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El mito del hombre salvaje es recreado por las diferentes etnias que pueblan nuestro país. Marcia Trejo Silva reporta al Junchuch, nombre que en la lengua mixe zoque de los popolucas significa “hombre de hule”, porque se dice que este ser no tiene coyunturas en sus extremidades. A diferencia de las versiones de otros lugares, en el istmo veracruzano, el Junchuch sólo tiene la altura de un niño; pero al igual que otros hombres salvajes del territorio nacional, sus pies están al revés, es decir, los talones apuntan hacia delante y los dedos, hacia atrás. Otro de los atributos que lo distinguen es que sus genitales son tan grandes que, para poder caminar, debe echárselos sobre los hombros, aunque usualmente se desplaza montado en un armadillo.

Su aspecto es aterrador, dice Antonio Rodríguez Alvarado, pues su cabeza tiene la forma de cajete, con el cuenco vacío en la parte superior. A falta de cerebro, absorbe preferentemente los sesos de los seres humanos que ataca. El autor agrega que la piel y los cabellos del Junchuch son negros y su cuerpo es peludo. Se mete a las casas de los pueblos para secuestrar a las mujeres y tener relaciones sexuales con ellas. Rodríguez señala que hay junchuches hembras, que son bellas y con pechos suculentos. Si aprisionan a un hombre para hacerlo su compañero, lo mantienen bien alimentado. Las guaridas de los junchuches, generalmente, son las cuevas de la región que habitan.

Rodríguez señala la gran relevancia de este mito y menciona a los autores que lo han abordado: José Melgarejo Vivanco (1975), Antonio García de León (1976), Livia Sedeño y María Elena Becerril (1985), Guido Münch Galindo (1994), Roberto Williams (1997) y Alfredo López Austin (2004).

Trejo Silva dice que cuando el Junchuch caza en la selva, embosca a su víctima y la ataca por sorpresa. También señala que hay una fórmula para salvarse del ataque: basta reírse del monstruo e inmediatamente caerá muerto.

Sin embargo, si esto fuera cierto, añade, significaría que el Junchuch posee la capacidad de resucitar innumerables veces, ya que hasta hoy sus actividades depredadoras siguen siendo una constante en la región.

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