"La sacralidad del peyote (1)"

Los tepehuanes son una etnia con amplia distribución en Chihuahua, Zacatecas, Durango, Nayarit y Jalisco.

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Los tepehuanes son una etnia con amplia distribución en Chihuahua, Zacatecas, Durango, Nayarit y Jalisco. En el pasado se les conocía por ser tribus guerreras que vivían en la Sierra Madre Occidental. Guadalupe Cevallos Almada y Marisa Fernández señalan que hay un mito entre los tepehuanes de Corián, hoy Durango, y que se refiere a un jefe tribal que llegó a conquistar muchos pueblos más allá de sus dominios iniciales.

El gran jefe tenía una hermosa y aguerrida hija llamada Dyada. Un día ella logró que su padre le diera permiso para acompañar a los guerreros hacia nuevas conquistas. Quiso el destino que los compañeros de Dyada fueran derrotados y se dispersaron en las montañas. Los vencedores persiguieron a los perdedores. La princesa se escondió en los cerros y por las noches salía para tratar de encontrarse con alguno de su tribu.

Durante muchos días Dyada estuvo perdida. Afanosamente buscaba la manera de retornar a su pueblo sin lograrlo. Al no poder encontrar el camino de regreso, se internó en los oscuros bosques y anduvo por muchos lugares. Para protegerse, durmió en cuevas y, cada vez que podía, escalaba las cumbres de los riscos para buscar el camino de retorno.

Mucho tiempo estuvo extraviada. Una tarde, al bajar a una hondonada, halló una caverna con abundante vegetación. Estaba tan hambrienta que arrancó una planta y la masticó. No sabía que era el peyote. Al ingerir el jugo resultante empezó a sentir un éxtasis y tuvo unas visiones en las que aparecieron bellos paisajes, personas con ropas lujosas y edificios imponentes.

De uno de los palacios vio salir a un hermoso joven que la llamó. Ambos sintieron un espontáneo amor e iniciaron un tórrido idilio. Se amaron y juraron amor eterno. Cuando el éxtasis terminó, ella durmió profundamente. Pero, al despertar, no vio los paisajes maravillosos, ni a las personas ataviadas. Lo peor es que tampoco encontró a aquel joven que la había amado frenéticamente y prometido amor fiel. A su alrededor sólo estaban las paredes de la cueva que la había cobijado en el seno de su profundidad (Continuará). 

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