Un concepto mítico muy importante generado entre los pueblos mesoamericanos fue el de la tona o tonal. Se refiere a la existencia de una liga mítica entre el hombre y un animal. Lilian Scheffler explica en una publicación que el nombre de tona proviene de la palabra náhuatl tonalli, que significa suerte o destino.

La autora comenta que los cronistas hicieron referencia a esta relación que se creaba cuando nacía un niño y desde ese momento los dioses ligaban a esa persona con su compañero animal. Durante el resto de su existencia el individuo sería influenciado por todos los eventos que le acontecieran al animal. Esta creencia se ha conservado hasta la actualidad en algunos grupos étnicos; pero hay cierta confusión con respecto a las creencias sobre tonalismo y nagualismo, quizá porque en ambos casos se da una relación del hombre y el animal.

La distinción queda clara si se analiza que, entre los grupos que creen en ambos conceptos, todas las personas tienen su tona, pero no todas tienen la capacidad de transformarse en un animal, como es el caso del nagual. En el tonalismo, la persona y el animal tienen un destino común, pero existen independientemente, mientras que en el nagualismo cuando el brujo logra convertirse en animal pierde la forma humana.

Una de las maneras de saber cuál es la tona del recién nacido es esparcir ceniza a su alrededor en el momento del alumbramiento. En la mañana siguiente se observan en la ceniza las huellas del animal que se acercó y ése será la tona. La familia oculta la identidad de la tona para evitar daños intencionales debido a la creencia de que lo que le ocurra a la tona repercutirá en el hombre. Por ejemplo, si la tona es herida, los efectos de la agresión aparecen en el cuerpo de su compañero humano. Scheffler no menciona explícitamente si las mujeres tienen tona.

Tona también se interpreta en muchos pueblos como el calor o energía del universo y que cada persona tiene un poco en su interior para mantener su existencia.