La veta negra del Sombrerete (y 2)

Matías se acordó de los seres sobrenaturales y se aterrorizó. Sin embargo, logró calmarse y respondió mostrando respeto: “¿Dónde estás mi maravilloso señor?”.

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Matías, el viejo minero del Sombrerete, volvió de la fiesta del pueblo y fue a buscar a Pepito, un ambicioso minero que siempre maldecía a la veta negra. Bajó a la mina y lo llamó varias veces sin obtener respuesta. Trató de salir, pero el encargado de bajar la canastilla no lo escuchó a las primeras veces. Además, sus gritos llegaban a la superficie como un murmullo. Estaba a punto de empezar a llorar cuando escuchó una estridente carcajada que provenía de las galerías, seguida de una voz que lo llamaba por su nombre.

Matías se acordó de los seres sobrenaturales y se aterrorizó. Sin embargo, logró calmarse y respondió mostrando respeto: “¿Dónde estás mi maravilloso señor?”. La voz le contestó que estaba en la veta negra. Poco a poco y muerto de miedo, Matías llegó al lugar que le indicaron.
Para su asombro, le pareció que en la galería había fuego. De las paredes salían flamas que eran sólidas y brillantes, aunque no emitían calor. Los costados de la galería brillaban al grado de lastimar los ojos. Pero se podía ver la inmensa riqueza subterránea.

La misteriosa voz continuó hablando: “Este infeliz se queja de que no tengo suficiente plata”. Luego, ordenó que lo trajeran. Entonces miles de refulgentes figuras saltaron de la luminosa roca haciendo un sonido como de monedas al caer en el suelo. Levantaron el cuerpo de Pepito, que estaba tirado en el piso y lo condujeron frente a la veta de plata. El ambicioso hombre, al contemplar tal abundancia y a pesar de su miedo, comenzó a gritar: “¡Bonanza, bonanza!”.

La voz, del padre de la mina, le dijo: “¿No que sólo podías comer frijolitos con lo que hay en esta vieja veta?”. Las figuras luminosas levantaron a Pepito y lo pusieron frente al mineral. La roca se tornó más brillante y apareció un hoyo negro. Sin hacer caso a los gritos del aterrorizado minero, los seres plateados saltaron al agujero llevando consigo a Pepito para siempre.

Matías corrió al pozo de la cueva y el hombre de arriba lo sacó con la canastilla. Dicen que, desde ese día, nunca más se extrajo plata de la famosa veta negra del Sombrerete.

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