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La convivencia diaria nos vuelve seres automáticos, monótonos, por consiguiente conseguimos un patrón de vida, un modelo que sin pensar adquirimos del comportamiento de las mayorías, ya que en leve reflexión decidimos que pensar o actuar diferente a las mayorías se vería como la secesión unilateral del lado correcto de las cosas.

Al solo ver pasar las cosas de la convivencia le llamamos vivir, siempre y cuando eso fuera correcto no tendría por qué ser calificado de otra forma, pero esa convivencia pareciera enfocar su interés al vivir como lo hacen los demás.

La historia de la humanidad está caracterizada por el interés que surge de la forma de vida de los demás, es cierto que esto es así, pero en el origen una de las cosas positivas fue la forma de vida de los demás, la cultura, las costumbres, los valores; estas decisiones permitieron conocer la forma de convivencia de los demás, situación que muchas veces sirvió para nutrir de conocimiento al ser humano con fines constructivos.

Pero hablar del juicio anticipado en este espacio no significará adentrarnos en el universo de las normas, más bien se orientará a reflexionar sobre el interés de las sociedades actuales con respecto al desviado interés sobre lo que les sucede a los otros y ya nunca en lo que construimos en nosotros.

Los pensamientos que tiene la sociedad actual sobre los demás se está convirtiendo en un juego de conjeturas y se vuelven hoy en la reflexión cotidiana, pareciera ya decidido hacer honor a los prejuicios, más que a los juicios de valor, aquellos en los que la mente humana enfocaba su interés cuando descubrimos que teníamos el uso de la razón.

La cotidianidad de la vida hace acoplar los actos en los que prestamos interés en concordancia con el pensamiento de la mayoría; nos distraen los asuntos superfluos, nos entretienen y pareciera que hasta nos divierten, pero ¿qué sucede en realidad? Pudiera pensarse en distintos motivos como los que nos llevan a este actuar ornamentado, pero, ciertos o no, los motivos que dan sustento a tan artificial entretenimiento de la vida claro está que es porque nos estamos ocupando de cosas sin beneficio, en ociosos distractores.

Todo pareciera derivar de acontecimientos que nos envuelven, uno de ellos estaría enfocado a aquellas cosas que con motivo de la modernidad, la tecnología, han llegado a nuestras vidas, lo que hace que se vuelva más interesante; por ejemplo, los pleitos de distinguidas personalidades de la vida pública, más que saber cuáles serán los temas en los que se centrarían los proyectos de un gobierno.

Esto encuadra en lo que hoy denomino distractores del bien, que consiste en ocuparnos de situaciones tomadas a la ligera, sin prestar interés al estado de las cosas, las personas, los hechos, pero, sobre todo, al estado en el que está la humanidad.

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