El escondite de las virtudes

Pronto regresaremos a la realidad, al punto en el que se suspendieron, al menos por un momento, las cosas que por inercia vivimos.

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Concluyeron las principales celebraciones de esta época, no puedo decir que la forma en la que fueron los festejos enaltecen los motivos de su existencia, pero tampoco descalificarlos, ya que cumplieron, los fines que culturalmente les hemos dado: reencontrarnos con la familia.

Pronto regresaremos a la realidad, al punto en el que se suspendieron, al menos por un momento, las cosas que por inercia vivimos; seremos los robots de todos los días, programados para repetir los ciclos diarios: ir a trabajar, alimentarnos, descansar, asearnos, en fin, todo aquello a lo que estamos mecanizados, a nuestra “normal” vida diaria.

No queda fuera tampoco el lado aquel que hacemos como que no existe, la parte obscura del ser humano, el espacio en el que se albergan los vicios, la maldad, la omisión, la avaricia, la ira, la acción dolosa y todo lo que nos afectan de manera directa o indirecta.

La convivencia armónica está basada en que cada quién haga lo que está acostumbrado a hacer, cumpliendo el papel paradigmático al que estamos acostumbrados, dejar que los malos sigan siendo malos y que los buenos… pues ahí están. No hay más gente buena porque los pocos que hay siempre dudan al avanzar, contra lo que hacen los malos que avanzan sin dudar, y así cada quién cumple sus roles, cada quién hace lo suyo, cumpliendo con aquello a lo que se supone es destinado.

Estoy convencido que hay valores que pueden reivindicar el comportamiento del hombre, sólo necesitamos dedicar algo de tiempo para encontrar el lugar en el que fueron escondidos, saber acerca del lugar al que fueron llevados, podría ser que encontrando al responsable nos hiciera las cosas más fáciles, pero lograr eso requiere de fuertes dosis de voluntad. Necesitamos tal porción de voluntad, ya que los prototipos que imitamos son producto de nuestra mecánica al actuar, eso impide encontrar aquellas cosas que nos pueden servir para mejorar, por eso de cada uno de nosotros depende encontrarlos.

Ese lugar se encuentra allí, sólo pudo esconderlos alguien con la capacidad de lograr que no se vean los valores para no alcanzarlos a mirar, es el lugar en el que pocas veces intentamos observar; así es, siempre estuvieron en nuestra mente y nuestra alma, pero sobre todo en nuestro corazón, ese es el escondite de nuestras virtudes, lugar en el que omitíamos pensar, y que sólo con nuestra voluntad lograremos sacar.

Mis mejores deseos para que el año venidero logremos cambiar nuestros paradigmas y encontrar en nosotros la humildad que acabe con la soberbia, la generosidad que desaparecería la avaricia, la paciencia que controlaría la ira, pero sobre todo la templanza para desaparecer la voracidad.

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