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Pocas son las veces en las que se usan calificativos con fines constructivos, por lo regular el ser sociable por naturaleza, el humano, se enfoca en la destrucción verbal de sus semejantes.

Pero en el trabajo de hoy intentaremos no salirnos de la objetividad, de la opinión constructiva; hablaremos del ser en el que se está convirtiendo un humano racional, con esta forma de pretensión insana.

Poco a poco la evolución social ha logrado romper paradigmas anquilosados durante generaciones, ejemplo es el caso del consumo de las denominadas drogas, actividad que fuera parte de las hipótesis delictivas contempladas en el Código Penal Federal, hechos que hoy ya son parte de la Ley General de Salud, misma que cataloga el consumo de estupefacientes en dosis mínimas como problema de salud pública.

La sociedad actual, cambiante por circunstancias ligadas a diversos factores de riesgo, parece que empieza a vivir una tragedia silenciosa, la cual comienza a destruir los efectos de una familia de bien, ya que las acciones que este ente representativo realiza parecieran estar cayendo en saco roto, afectando de forma directa a quienes serán la sociedad del futuro: nuestros hijos.

Las generaciones en proceso formativo, hablo de nuestros niños, están siendo sobre estimulados y sobre regalados con objetos materiales, situación que provoca transformar a nuestras criaturas en seres insaciables.

Nuestra contribución para la creación de estos nuevos seres la practicamos de manera consciente-inconsciente; algunos ejemplos de este actuar están en la preponderancia y/o existencia de padres digitalmente distraídos, indulgentes y permisivos.

Dejar que los niños “gobiernen el mundo” y que pongan las reglas solo manda el equivocado mensaje de que merecen todo, por ello también las normas dejaron de ser punitivas para aquellos que se equivocan y delinquen; el derecho y el Estado decidieron formar a seres de bien. Seguramente este aspecto puede ser considerado otro asunto de salud pública.

Los últimos años hemos dedicado una buena parte de nuestro tiempo a ejecutar acciones sin beneficio; querer sustituir nuestra falta de tiempo de calidad por cantidad de objetos materiales solo provoca la creación de niños insatisfechos y frustrados que vienen a ensanchar la gran cantidad de seres infelices que habitan nuestro planeta.

La reflexión que cabe en este momento es si no deberíamos volver ya a sembrar el combo básico que requiere un ser de bien: principios, valores, reglas, límites y amor.

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