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He visto que muchas familias suben a redes sociales fotos de sus hijos en su primer día de clases; al verlos uniformados, me es inevitable pensar: “El tiempo pasa volando”. Los pequeñuelos de preescolar y primaria se ven tiernos, con una sonrisa hermosa y con las expectativa del mundo nuevo que les espera. Quiero pensar que les aguarda un lugar maravilloso, lleno de nuevas experiencias con sus amiguitos, con maestros con vocación de servicio, escuela limpia, baños pulcros y una gama de opciones de aprendizaje.

No me atrevo a soñar menos, pero la realidad es distinta, muchos pueden contar su experiencia en relación con la calidad educativa, instalaciones, procesos formativos y compromiso de los profesores; eso hoy queda en segundo término, la realidad es que cada vez que miro las fotos e imagino a miles de inocentes niños y adolescentes que acuden a las escuelas, recuerdo las terribles experiencias que viví cuando trabajé de la mano con una secundaria pública; el que me conste que existen en nuestro sistema educativo maestros, directores e inspectores que tienen poder sobre los menores, ya sea en primaria o secundaria, y ese poder lo usen para amenazar, engañar a niños, niñas y adolescentes para mostrarles videos o fotografías pornográficas, buscar algún tipo de contacto sexual o enviar mensajes que digan: “Hija, quiero ser el primer hombre de tu vida” (chica de 13 años y profesor de más de 40) y que no haya sanción, suspensión y, peor aún, ningún reporte en el expediente de ese tipo de alimañas, me hace expresar: padres, primero está la seguridad de sus hijos en el lugar que les debe dar protección como es la escuela; no están solos, tenemos una sociedad activa y empática.

Servidores públicos que pronto tendrán la responsabilidad de implementar políticas educativas no descansen en crear condiciones seguras para los escolares, no sean cómplices de maestros, directores o inspectores que para no poner en riesgo sus plazas o jubilaciones se hacen de la vista gorda ante los abusos de personas con autoridad sobre los educandos. Suficiente tenemos con casos extremos como los que empiezan en casa y de niñas que son atacadas caminando por la calle. Los que están en el servicio público tienen la triple responsabilidad de proteger a aquellos que están bajo su cuidado. Y si no fuera su prioridad, mejor busquen otro trabajo. Para alguien con poder dentro del sistema educativo que es capaz de tener “costumbres atroces”, cero tolerancia. Ya basta de abusadores y de quienes saben y callan.

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