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Diversos especialistas en algunas universidades se han estado preocupando de cómo el ser humano puede alcanzar mayor bienestar y encontrar la felicidad para llevar una vida más plena.

Se sabe que el amor y la felicidad son las mayores aspiraciones del ser humano, dos valores que de muchas maneras buscamos las personas y para los cuales estamos llamados, puesto que somos seres sociales y todos queremos amar y ser amados.

Sin embargo, pareciera que hay algunas personas que están como predeterminadas a todo lo contrario… ¿Existe acaso alguna razón para ello? La psicología positiva puede dar respuesta a dicha interrogante.

Desde 1998, el profesor Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, acuñó el término de psicología positiva para establecer una diferencia sustancial entre la ciencia psicológica tradicional que se ha dedicado a estudiar los aspectos negativos y patológicos del ser humano como el estrés, la ansiedad o la depresión, entre otros, y la psicología positiva que se dedica al estudio de emociones y fortalezas como la felicidad, el amor, la alegría, la inteligencia, la creatividad o la resiliencia, por mencionar algunos.

Está más que demostrado científicamente cómo una persona positiva alcanza mayores logros que una que es pesimista, la diferencia entre una y otra radica en sus elecciones.

Siempre existe la posibilidad de elegir, y nuestras elecciones es lo que nos empodera, lo que nos hace tomar el control de nuestra propia vida para no cederlo a nadie más.

Cada persona es libre de elegir cómo interpreta el evento que vive, sus reacciones ante el mismo, su forma de vivir, lo que está dispuesto a aceptar, lo que es negociable y lo que no lo es, o simplemente elegir no elegir absolutamente nada.

Cuando elegimos, podemos preguntarnos si nuestras elecciones nos hacen felices, porque si no es así, entonces debemos corregir el rumbo.
Nadie nació para ser infeliz, porque aunque la serie de eventos que se viven en la vida diaria pudieran afirmar que nuestra vida es triste, nosotros somos los únicos capaces de darle un giro a través de la psicología positiva para mejor pensar que nacimos para ser triunfadores o para sobrevivir a pesar de las adversidades, ya que las personas con actitud positiva siempre logran sacar algo bueno de cualquier experiencia por mala que se vea.

Desde tiempos remotos se ha estudiado la felicidad, pues es un motor que mueve al ser humano; si nos preguntamos ¿qué es la felicidad?, cada persona nos pudiera dar una definición distinta según su experiencia.

Podríamos comentar que existen dos tipos de felicidad: la hedónica, que consiste en buscar la felicidad a través del placer a corto plazo, y la eudaimónica, que pretende la búsqueda de la felicidad a largo plazo con sentido de propósito; la primera está sujeta al vaivén de nuestras emociones, por lo tanto es muy inestable; la segunda nos da mayor estabilidad y puede durarnos toda la vida.

Aristóteles ya hablaba de ello cuando afirmaba que “sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”.
Una buena forma de empezar a aplicar la psicología positiva en nuestras vidas es hacer el ejercicio de buscar las cosas por las que me siento agradecido(a) cada día. Adquirir este hábito ha demostrado que en un mes es posible cambiar el enfoque de nuestra vida.

Es necesario conocernos, y para ello encontrar nuestras fortalezas, pues ejercitarlas nos llevarán a lograr mayor bienestar.

Existe un cuadro de ayuda que permite conocer las 24 fortalezas que existen y que tienen que ver con el conocimiento, el coraje, la justicia, la templanza, el humanismo y la trascendencia.

Todos los seres humanos poseemos grandes fortalezas, la falta de conocimiento interior para identificarlas quizá permite que algunas personas se sientan pesimistas, derrotadas, minusvaloradas, pero lo contrario ocurre cuando sabemos bien cuáles son nuestras capacidades y además las ponemos al servicio de los demás, pues esto ayuda a construir relaciones sanas, emociones positivas, sentido de la vida y logros concretos.

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