Del Tepeyac a Fátima

No pocos años han pasado desde 1531 cuando la Madre de Jesús en su advocación de María de Guadalupe se le apareciera a Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

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No pocos años han pasado desde 1531 cuando la Madre de Jesús en su advocación de María de Guadalupe se le apareciera a Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

A lo largo de todos estos años numerosas han sido las apariciones reconocidas por la Iglesia Católica en donde María parece pedir prácticamente lo mismo con diferentes palabras.

En un reciente Congreso Mariano, el padre Alberto Ferrara nos dirigió una charla para reflexionar sobre las apariciones Marianas, y lo que él nos dijo fue que en primer lugar la Virgen se aparece porque Dios se lo permite para ayudarnos a vivir mejor nuestra fe cristiana; su función no es la de mejorar la revelación de Cristo sino ayudarnos a vivirla mejor.

Cuando la Virgen irrumpe en nuestras vidas lo hace para consolarnos, para sanarnos, para invitarnos a hacer oración, para amonestarnos amorosamente y para redirigirnos hacia su hijo Jesús.

La Virgen en Caná de Galilea le dice a los muchachos que servían: “Hagan todo lo que mi Hijo dice”, porque Ella así actúa, de acuerdo a lo que Jesús quiere, sin contravenir su voluntad que es la de Dios.

La Virgen María, como una buena madre, detecta una necesidad y se dirige a quien efectivamente puede remediarla, Ella se dirige a Dios por medio de su Hijo, pidiéndole que haga lo propio en cada ocasión.

María no le ordena a su Hijo nada, Ella sabe que nunca va a trasgredir su voluntad, es sólo que viendo las necesidades de sus hijos le dice de alguna manera “mira lo que hace falta… ¿no podríamos mejorar esta situación para ellos?”, y si efectivamente lo que Ella le pide constituye un bien de acuerdo a su voluntad, seguramente Jesús le dará gusto.

El padre Ferrara considera que son 5 los mensajes que la Virgen de Guadalupe entregó al mundo, siendo que lo primero que pide es una casa donde sea posible orar. ¿Por qué una casa? Porque la casa es el sitio que una mujer convierte en hogar, el lugar sagrado para la familia.

María busca amparo, y cuando a Ella la recibimos, le damos entrada también a Jesús, y con Jesús recibimos al Padre y al Espíritu Santo que hacen morada; cuando están con nosotros no nos dejamos vencer por el miedo o el desánimo porque nos dan la fuerza para sobrellevar cualquier dificultad.

En segundo lugar, Ella nos quiere poner en presencia de Dios Padre por medio de la oración, el Padre de Jesús es el Padre Celestial, lo que quiera su Hijo se lo pedirá al Padre, a quienes creemos en Jesús, Dios nos recompensará con dones espirituales impensables.

En tercer lugar, la Virgen se ofrece como nuestra madre, pero no como cualquiera, sino una muy compasiva y misericordiosa; nos dice “los que a mí clamen, me busquen y en mí confíen, estaré allí para remediar, curar, sanar, consolar todo lo que les preocupe y enjugar sus lágrimas”. ¿Acaso no es lo que necesita todo ser humano?

En cuarto lugar, María busca al más insignificante de los mensajeros y le invita diciéndole: “si tú me escuchas y confías en mí, Yo con mucho retribuiré tu cansancio”. La Virgen nos da un voto de confianza porque Ella es quien suple nuestras debilidades y necesidades.

Por último, con la frase “¿No estoy aquí que soy tu madre?” nos recuerda que podemos abandonarnos a su confianza, dejar de preocuparnos y angustiarnos porque Ella se encarga de nuestro bienestar.

Podemos hacer la prueba, Ella, como Jesús, no se deja ganar en generosidad.

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