Sobre la bibliofilia (III)

El verdadero bibliófilo no teme ensuciarse las manos durante la consecución de sus obsesiones.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Sin importar los problemas familiares, personales y económicos que acarree, la bibliofilia es una adicción comparable al tabaquismo, pues su depositario sabe que está enfermo, pero no tiene la menor intención de curarse. Puede intentarlo, ciertamente, pero tarde o temprano sufre una recaída, por más que se mantenga alejado de librerías, bibliotecas, ferias y tianguis. Ahora bien, esta afección ha dado materia para muchos estudiosos y escritores que la han abordado en sus obras.

Algunas de las más conocidas y recomendables ficciones son El bibliómano, de Charles Nodier; Auto de fe, de Elias Canetti; Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; El nombre de la rosa, de Umberto, Eco y, mi favorito personal, Mendel el de los libros, de Stefan Zweig. También sendos ensayos han sido pergeñados en torno al mismo tópico, como El vicio de la lectura, de Edith Warton, y Desear, poseer y enloquecer, de Eco (otro bibliófilo empedernido).

A este respecto, los mexicanos no nos quedamos atrás. En su libro Bibliofilia, José Luis Martínez recogió los textos escritos para su discurso de recepción del Homenaje al Bibliófilo, distinción creada por la FIL de Guadalajara. Aquí el autor nos narra las historias detrás de algunos libros de su colección; es decir, los relatos de cómo estos ejemplares dieron con su lector. Esta edición del Fondo de Cultura Económica sólo contó con 250 ejemplares impresos y encuadernados de manera artesanal, de los cuales el número 51 acabó en mis manos.

Sin irnos tan lejos, existe una Sociedad Mexicana de Bibliófilos e incluso, a principios de 2017, el Museo del Estanquillo anunció la muestra “Bibliofilia mexicana”, que incluirá obra de la colección Carlos Monsiváis. Aunque no todo es miel sobre hojuelas para los bibliófilos nacionales, ya que, como bien señaló Elías Trabulse al recibir el mismo galardón de la FIL en 2011, la bibliofilia del país ha sufrido no pocas tragedias, pues enormes bibliotecas han salido de México debido a tiempos convulsos de nuestra historia.

Existe la política cultural por parte de universidades e instancias federales de adquirir acervos bibliográficos relevantes para su conservación y consulta, pero, haciendo honor a la verdad, la mayoría han sido acaparados por colegios extranjeros. Sea como sea, siempre se puede confiar en que algún intelecto generoso cultive la sana costumbre de la donación, razón por la cual la bibliofilia no es una mera frivolidad, sino el triunfo del hombre sobre la ignominia.

Lo más leído

skeleton





skeleton