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La espina clavada en la carne de los españoles.- Fray Diego de Landa

Siempre he pensado que la cultura tiene procederes caprichosos. La literatura no es la excepción. Era una tarde del 2012 en la colonia Roma de CDMX cuando me quedé sin llave afuera del departamento y, no teniendo otra opción más que esperar a que llegara mi compañero, me dispuse a leer la novela de Eugenio Aguirre: “Gonzalo Guerrero”. Era una noche del 20 de septiembre de 2018 cuando las luces se apagaron en Teatro Casa Tanicho y el teatro obró su magia, evocándome los recuerdos del texto de marras.

“Guerrero” es un espectáculo unipersonal escrito y protagonizado por Alejandro Lugo y dirigido por Juan Ramón Góngora, en el que se ofrece una reinterpretación del mito del padre del mestizaje basada en documentos históricos, la novela de Aguirre y la imaginación de su autor, quien nos presenta a un puberto que apenas cursa la secundaria y que es víctima del acoso escolar, pero que pronto se erige en un héroe por oponerse a las injusticias. Entretanto, el chico en cuestión busca un tema inspirador para poder declamar en el concurso de oratoria en su escuela, y su maestro le sugiere la historia del legendario Gonzalo Guerrero.

Lo anterior es la excusa para que el actor oscile entre ambos personajes, aprovechando el trazo escénico para dibujar un paralelismo entre la vida del muchacho y la de Guerrero, quien naufragó en las costas de Yucatán en 1511 junto a Jerónimo de Aguilar, sobreviviendo a los peligros de los Cocomes antropófagos y demás aventuras en las tierras del Mayab. Pero pronto las líneas entre los dos se van desdibujando y la mímesis acontece en el hecho escénico, pues Lugo ya no existe sobre el escenario, ya que entre el humo del copal y la música de Revueltas y M. Ponce, una figura se va dilucidando entre la penumbra…

El juego de luces y los accesorios de vestuario aunados a recursos escenográficos mínimos, dieron como resultado una experiencia sensorial en la que se abrió un portal tan necesario y tan cercano a nosotros por toda la carga social que conlleva, sobre todo ahora que los crímenes de odio y la discriminación están a la orden del día, donde un español se volvió maya y peleó contra los suyos, donde el proceso de aculturización de la conquista logró su mejor ejemplo al darnos un digno padre para un pueblo sin madre: Gonzalo Guerrero.

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