Paseos Nocturnos

Nos encontramos ante una historia que promete llevarnos de la mano y mostrarnos una serie de acciones que comienzan a ocurrir cuando el día laboral ha finalizado

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La historia tiene un encanto particular, quizá sea el hecho de que su obscuridad cubre todo cuanto puede nombrarse o la idea de considerar que a partir de cierta hora se manifiesta y dispone de las acciones iluminantes de un espacio como si se tratara de una acción instintiva. Obedecemos.

¿Cómo es que hay personas que encuentran refugio cuando la noche cae? He oído que se trata de un alivio; porque a veces los días pesan sobre los hombros y el hecho de obscurecer es un mensaje amable para el cuerpo cansado.

Como si nos dijeran: “Tranquilo ya, pronto terminará el día y mañana comenzarás de nuevo”.

Por supuesto que no es el mismo caso para todos, hay quienes arrastran los pies durante el día y la noche supone para ellos una suerte de activación donde los sentidos se han agudizado y la brillantez mental y corporal toma posesión de las acciones. Sobre este sentido iremos.

En “Paseos nocturnos” (1973), del autor brasileño Rubem Fonseca, nos encontramos ante una historia que promete llevarnos de la mano y mostrarnos una serie de acciones que comienzan a ocurrir cuando el día laboral ha finalizado.

Un hombre llega a su casa y encuentra a su mujer jugando a las cartas y tomando whisky, posteriormente intercambian algunas palabras ensayadas que saben a cotidianidad y nosotros como lectores solamente imaginamos la escena.

De pronto, los detalles surgen claros y amenazantes para enterarnos de que se trata de una familia adinerada; de esas que llevan la amargura del vacío personal y que siempre intentan llenarlo con elementos materiales.

El hombre invita a la familia para un paseo nocturno sabiendo de antemano que las respuestas serán negativas. Vemos cómo se prepara y repasa cada parte de su máquina veloz; después se dirige a la calle para transformarse en un ser despreciable. ¿Qué hace? Escoge un barrio, escoge una mujer y decide embestirla con el auto para regresar a su casa con la naturaleza de quien se desconocerá en el día siguiente. Con una narración magistral, las letras de la historia duelen y paralizan.

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