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Insistentemente, este chef ha hecho patente su preocupación por lo que pasa con el idioma desde adentro –afuera y en los ámbitos demográfico, económico y cultural nunca había estado mejor que ahora-, a causa del descuido y la poca valoración que le damos los hablantes a este idioma potente y bello.

Aunque los lingüistas –incluidos doctos ocupantes de sillones en las academias- cada día abren más cancha a palabras, expresiones y estructuras gramaticales llegadas de fuera, es en la esfera de los medios de comunicación donde con más descuido y desidia se le trata. El lenguaje de los periodistas cada vez es más básico y cada día se llena más de lugares comunes, extranjerismos y giros que solo lo empobrecen.

Marco Martos, académico peruano de la lengua, dice que una persona común y corriente usa 300 palabras (algunos hablan de mil) para comunicarse, una persona culta emplea 500 y un escritor llega a utilizar hasta 3,000 si es muy bueno (Cervantes en El Quijote puso 8,000). Pero el Diccionario de la Lengua Española tiene registros de 90 mil en números redondos y 70 mil el de americanismos. El Diccionario Histórico reúne 150 mil vocablos.

Saque usted la cuenta y verá que nuestra capacidad de usar palabras es muy limitada. El español tiene suficientes para dar y regalar, pero preferimos, cuando se inaugura un centro comercial, por ejemplo, decir que se trata de un lugar que tiene shops, restaurants and entertainment, aunque bien podemos decir tiendas, restaurantes y diversión.

Creo que todos estaríamos de acuerdo en que si, una vez buscada en el inmenso caudal del español, no hallamos la palabra necesaria para designar una realidad, nos asomemos al inglés, al francés o el ruso y el maya y hasta el urdu o el indi, pero no antes.

Estados Unidos será, a mediados de este siglo, el país con más hispanohablantes del mundo, seguido por México. Hay estados, como Florida, donde ambos idiomas van 50% a 50%, de modo que no estamos tirados a la calle. La potencia económica del español se refleja en que en este idioma se genera el 16% del PIB de España mediante las industrias culturales.

Ante estos números, haríamos bien en tomarnos en serio, quienes lo usamos como herramienta de trabajo, nuestro idioma y que no sea “candil de la calle y oscuridad en casa”.

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