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Mientras conversaba con el gobernador Rolando Zapata Bello, el viernes pasado, su buen humor y actitud asertiva parecían decirme que las aguas habían vuelto a su nivel, después de la avalancha de tinta derramada tratando de presagiar el futuro de Yucatán. Aquella disputa de encuestas y cifras que resultó una suerte de ajedrez de los partidos, se tradujo en los resultados electoralesque todos conocen,pero dejó poco espacio para otros temas capaces de atraer la atención del lector. Sin embargo, las circunstancias que aplazaron la elaboración de esta nota me vinieron bien, dado que no deseaba que su lectura produjera suspicacia alguna, pues, al margen de la coyuntura electoral, quería ocuparme de un rasgo de la personalidad del gobernador poco referido por sus aduladores y oponentes: su sentido de camaradería, su voluntad solidaria, expresada sin aspavientos.

En lo personal, recuerdo que hace tres años me encontraba hospitalizado a causa de un infarto que implicó una delicada cirugía, y por los cuidados requeridos para el caso, el médico me restringió las llamadas telefónicas en la clínica. Una de ellas, impensada por completo, procedía de un número desconocido al que respondí movido por el hastío que genera estar encamado. Confieso que me causó una enorme sorpresa pues era Zapata Bello. Más allá de agradecer las palabras de aliento que Rolando me dispensó, y de valorar el tiempo que seguramente le robó a su descanso para transmitirme ánimos, me dio una gran noticia: que el escritor Conrado Roche Reyes y yo lo acompañaríamos al concierto de Ringo Starr, baterista de los Beatles que se presentaría en Mérida el 8 de marzo de 2015. “Necesito que te recuperes porque debo acompañarme de conocedores del rock para que me narren todo esa historia que tú y Conrado vivieron”.

Como podrán imaginarse, el telefonema me devolvió la vida, por el autor de la llamada y desde luego por la posibilidad de escuchar a uno de los supervivientes de los Beatles, la legendaria banda de rock que transformó la cultura universal. Desde luego que fuimos juntos al concierto de Ringo y la alegría que observé en Rolando Zapata resultaba incomparable. Pronto me fui reponiendo, pero como el tema del rock y las rupturas culturales fueron asuntos que conversé con el gobernador la noche en que le fue entregada la Medalla Yucatán al dramaturgo Fernando Muñoz Castillo, que sin reverencias en su discurso de recepción reclamó la poca atención que se brinda a los artistas independientes como él, en los intervalos del concierto de Ringo, volví a conversar esa cuestión con Rolando.

Y quién lo diría, hace apenastres meses, Muñoz Castillo sufrió un accidente cardiovascular similar al mío, y nadie se ocupó tanto de la rápida cirugía y recuperación de este amigo entrañable como la escritora Paloma Bello Paredes, por lo que al fin comprendí que el sentido de camaradería y voluntad solidaria expresada sin aspavientos por Rolando Zapata son rasgos que le vienen por herencia familiar. De cualquier manera opino que Rolando es el mejor gobernador de México por esos detalles que hace en silencio, como insinuando que todos los yucatecos somos especiales para él. Esa es su presencia y ruptura.

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