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A menos de un mes de las elecciones, cuando en las discusiones de campaña se había puesto énfasis en los aspectos internos de nuestro país, como la corrupción, la inseguridad y la pobreza, la pertinencia o no de dar continuidad a las reformas educativa y energética de Peña Nieto o bien la disyuntiva de dar continuidad a la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México o concelarlo, aparecen en el escenario signos ominosos que nos hacen voltear al exterior y poner énfasis en los temas económicos.

Porque la guerra comercial que Donald Trump estalló al imponer aranceles sobre el aluminio y acero mexicanos, canadienses y europeos tendrá repercusiones que afectarán el desempeño de la economía mexicana de manera inmediata, con efectos que se pueden agravar a mediano plazo, por lo menos hasta después de las elecciones norteamericanas de fines del próximo año.

Lo que, unido al crecimiento desmesurado de los precios internacionales del petróleo, al fortalecimiento del dólar sobre las demás divisas, así como a la predecible cancelación del TLC, nos ubica en el umbral de una severa recesión económica, donde el retiro de inversión, tanto nacional como extranjera, puede conducirnos a una situación de involución económica, con pérdida de empleos y contracción del mercado interno.

Así, lo que requerimos para el próximo sexenio, más que un gobierno dispuesto a administrar la riqueza pública, es una administración capaz de lidiar con la escasez en un régimen de austeridad.

Si descartamos, por su falta de conocimiento y de experiencia para gobernar, al candidato Ricardo Anaya, que fue incapaz de aclarar las sospechas sobre su honestidad personal, sólo nos quedan, por su preparación académica y experiencia en la administración pública, un par de candidatos que pudieran hacerse cargo de la situación. Constituye nuestro deber fundamental, antes de depositar nuestro voto, reflexionar en cuál de los dos es el que requiere nuestro país en este entorno de dificultades económicas.

Andrés Manuel López Obrador, que ha gobernado la ciudad con mayor presupuesto en nuestro país, la antes DF, con indudable carisma y experiencia política, aunque no tan hábil en el terreno económico, lo que puede compensar rodeándose de un equipo de verdaderos expertos en la materia.

José Antonio Meade Kuribreña, cuya preparación profesional le permitió, al frente de la Secretaría de Hacienda, sortear las dificultades financieras en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, restableciendo la confianza de las calificadoras financieras en nuestro país.

Démosle a México el presidente que requiere para enfrentarse de manera eficiente a las dificultades económicas que se avecinan.

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