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Con el rechazo absoluto de los gobernadores del PAN, que aún no se han enterado de qué se trató esta elección, Andrés Manuel López Obrador, a pesar de la contundencia de su victoria, ha diseñado un esquema que busca reivindicar a la figura principal del sistema presidencialista y al sistema mismo, que tiene además dos objetivos centrales: el combate a la corrupción, mordidas, moches y demás, que ha acompañado a la contratación de obra pública y que duplica los costos de las obras de infraestructura, así como luchar contra la ineficiencia de las burocracias, sobre todo estatales, que se han convertido en el medio por el que se retrasa le ejecución de los programas y que impiden que sus beneficios lleguen oportunamente y a la población que deben llegar. Se trata de los coordinadores estatales de desarrollo, por medio de los cuales fluirá la inversión federal.

El presidente electo parece tener prisa en rendir buenas cuentas, a corto plazo, con un límite máximo de tres años, en los que luchará a pulso por su ratificación. Con lo que el mandatario se obliga a sí mismo a permanecer en campaña constante, sin que pueda instalarse en una zona de confort y limitarse a administrar el poder.
Sin afán de establecer comparaciones, no siempre afortunadas, el único precedente que encuentro de un esfuerzo similar, aunque en circunstancias diversas, fue el de Carlos Salinas de Gortari que, para legitimar su criticada elección, estableció el Programa Nacional de Desarrollo, donde la inversión federal evadió las trabas políticas y burocráticas responsabilizando de tales obras a los delegados de la Secretaría de Programación y Presupuesto, lo que le costó la molestia de todos los gobernadores, de los que 17 de su mismo partido fueron por él destituidos.

No obstante, el reconocimiento popular se manifestó en el tercer año, en las elecciones intermedias, regresándole a su partido la mayoría en el Congreso federal.
Eran otras circunstancias, ahora Morena tiene mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y los funcionarios con perfil técnico que ocupaban las delegaciones de Programación y Presupuesto han sido sustituidos por coordinadores estatales con perfil más político, generalmente confrontados con los gobernadores, como en Yucatán, donde Joaquín Díaz Mena fue contrincante de Mauricio Vila primero dentro de su partido y luego como candidato del partido ganador.

Son otros momentos, pero, si los gobernadores aprenden a leer los tiempos políticos, harían bien en aceptar las condiciones presidenciales para que la inversión federal pueda fluir en sus estados. De lo contrario solo obtendrán justicia, en vez de justicia y gracia.

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