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Cuando las investigaciones sobre la injerencia rusa van acreditando los delitos cometidos por los colaboradores de Donald Trump en su campaña, lo que pieza por pieza va entramando el rompecabezas que puede conducir a socavar la legitimidad de su gobierno, al magnate le urge presentar resultados positivos y recurre a su tema preferido: México y la negociación del TLC, celebrando la buena noticia de que en una semana, a lo sumo dos, pueden concluir las negociaciones con nuestro país.

Tanto el ex abogado del mandatario, Michael Cohen, como Paul Manafort, quien fuera su jefe de campaña, han aceptado su culpabilidad. Uno por obedecer órdenes de Trump para sobornar a dos mujeres que amenazaban con escandalizar por haber tenido relaciones sexuales con él, otro por delitos financieros y evasión de impuestos.

El impacto fue tan grave que Trump amenazó con desquiciar los mercados en caso de que fuera sometido a juicio político y despotricó contra su secretario de Justicia, Jeff Sessions, por no comprender para qué le dio ese puesto, y el fiscal Robert Mueller por no ir al fondo del asunto, sin comprender que probablemente se trate de la socorrida estrategia de culpabilizar a los colaboradores para proteger al presidente.

Como sea, le urge presentar la renegociación del TLC como una victoria personal, lo que esperamos sea bien aprovechado por los negociadores para no ceder más de lo estrictamente necesario.

Sensatez. Hoy se ve que los que hacían un paralelismo entre López Obrador y el mandatario norteamericano se equivocaron rotundamente cuando afirmaron que cumpliría a rajatabla sus promesas de campaña, aunque no fueran viables. Las declaraciones que hizo sobre la permanencia del Ejército y la Marina Armada en las calles hasta contar con una policía capacitada para enfrentarse al crimen organizado demuestran que el presidente electo privilegia la sensatez y la prudencia a las posiciones esquemáticas, pues no hay duda de que sería una imprudencia devolver abruptamente a los cuarteles a las instituciones armadas para dejarle campo libre a las organizaciones criminales.

Lo que, a mi juicio, resulta un indicador de que todas sus decisiones de gobierno serán debidamente procesadas y evaluadas antes de llevarlas a cabo. Así debe entenderse su interés por someter a consulta los temas de mayor trascendencia y por propiciar la discusión abierta de sus propios proyectos y propuestas, pues tal parece que no quiere dejar ningún punto de vista sin ser considerado.

No obstante, lo que definitivamente representa un límite absoluto para sus proyectos y obliga a establecer un orden jerárquico de prioridades es la disponibilidad presupuestal. Ya veremos, a partir del 1 de diciembre, cómo lo afronta.

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