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Más que vencedores y derrotados, yo veo como resultado de la pasada contienda electoral un cúmulo de reflexiones, lecciones, esperanza, experiencias. Incluso veo, quizá pecando de optimista, que se abre una enorme puerta que nos permite vislumbrar sensacionales oportunidades. Muchas palabras se pronunciaron o se escribieron anunciando toda clase de calamidades, pero, como siempre, México y los mexicanos tuvimos oportunidad de mostrar lo mejor de nosotros mismos.

Estas elecciones no fueron solo de los políticos o de los partidos, la sociedad entera se apoderó del papel protagónico y puso sus condiciones. La participación fue abrumadora y en eso Yucatán destacó por sobre las demás entidades de nuestra nación. El país eligió a un presidente que por todos los medios y durante mucho tiempo persiguió la posición que ocupará a partir del próximo 1 de diciembre, y que el pueblo le confirió con una abundante dosis de legitimidad.

Celebro la paz con la que esta transición está ocurriendo. Con algunas excepciones, la población salió con entusiasmo, orden y tranquilidad a expresarse, y envió un claro y fuerte mensaje para establecer su mandato.

México es ya otro país desde el domingo pasado, un país que desea crecer, que quiere soltarse los grandes lastres que carga, uno de ellos, y el más pesado, la corrupción junto a su inseparable compañera la impunidad.

Hoy hay gente feliz, otra triste, algunos todavía se muestran preocupados, unos más guardan los corajes acumulados y claman justicia y para otros el concepto de justicia se parece mucho a la venganza; un grupo celebra pero ojalá reflexione acerca de la gran responsabilidad que ahora cargará sobre sus hombros, mientras otro se duele con la derrota, pero esperemos que sepa apreciar lo valioso de un aprendizaje.

Entretanto, aquí seguiremos todos, bajo las mismas nubes, respirando el mismo aire, acudiendo a la misma sala de cine, estrechando nuestras manos en el centro comercial, prodigándonos un abrazo al encontrarnos en la calle; nada ha cambiado, nada cambiará excepto, y eso es lo que deseo, una actitud y un ánimo activo de ser mejores cada día, de que existan oportunidades en igualdad de condiciones para todos, que el que se esfuerce y lo haga además con inteligencia progrese sin niguna duda, que quien se desvíe de la ética y la legalidad reciba el justo castigo.

¿Es una quimera? No lo creo, quiero imaginarlo posible. ¿Es difícil? Tal vez, pero con esfuerzo y dedicación es alcanzable. Continuaré poniendo la parte que me corresponde, todos debemos hacerlo, porque estoy seguro que, como yo, tú también deseas un México pródigo y próspero, justo, libre de corrupción, con seguridad para nuestras familias, con educación de calidad, amigable con el medio ambiente, un México vencedor.

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