Acudir a todas las actividades a las que te comprometes, con el único objetivo de estar ahí, te da la satisfacción de que ya cumpliste, pero una META CERO. Por otro lado, imagínate hacer para ti un camino trascendente acompañado de cambios en diferentes ámbitos conectándose entre sí para trazar la meta hacia tu proyecto de vida. ¿Qué gran diferencia, cierto? Es como hacerte un capuccino.

Nos comparte Addy Esquivel, licenciada en Ciencias de la Familia y coordinadora académica universitaria, que para hacer posible lo anterior se requiere primeramente de una reflexión, un análisis de lo que se quiere, y las dimensiones en las que se quiere enfocar: puede ser en el área personal, profesional, familiar y de salud.

Tus emociones tienen que estar equilibradas; si te sientes triste o ansioso es difícil pensar lo que quieres. La inteligencia emocional nos ayuda a trabajar la autoestima, nos mantiene a flote ante los altibajos y sobre todo nos hace dar ese salto a “lo voy a hacer”. No se trata de ser inteligentes, sino disciplinados.

Si mi meta, por ejemplo, es llegar a ser abogada, entonces, tengo que terminar la prepa con buenas calificaciones, necesito leer más, informarme más de las universidades que ofrecen esa carrera, etc. Estar muy en mi papel de comprometerme a trabajar por ello. Aunque sí requiere en buena parte de la inteligencia emocional, la base de todo es la disciplina.

“El ser padres es el único proyecto de vida”.

Que no sea el único. Es importante que, al mismo tiempo, tengas un plan como persona, profesional, pareja y familia. Sin descuidar ninguno, recuerda que es con un enfoque global.

Si pudiste cumplir con los pequeños objetivos, trázate uno más grande.

Mejora tu autoestima.

Es necesario sentirnos bien, estar equilibrados es la clave para una mejor calidad de vida. Si necesitas ayuda, acude a un psicólogo(a).
No llegues a la meta cero, haz tu proyecto de vida. #Goodvibes.