Días de confusión

Hay momentos en los que no tendremos la más mínima idea de hacia dónde dirigiremos nuestro próximo paso.

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A todos nosotros nos gusta ir por caminos seguros y probados a lo largo de nuestra vida, frecuentemente elegimos aquellas opciones que nos van a dirigir a un resultado conocido y esperado; entre nuestras diversas necesidades psicológicas se encuentra la necesidad de certidumbre, la seguridad que nos permita enfrentarnos al día a día de nuestra existencia. Saber de antemano cómo irán evolucionando nuestros días nos produce un calma y tranquilidad que en realidad valoramos fuertemente; la estabilidad de saber en dónde estamos, hacía dónde nos dirigimos y qué debemos esperar al menos en el futuro próximo no es poca cosa.

Algunos períodos de nuestra vida pueden transcurrir placenteramente bajo el influjo de lo predecible, lo esperado, aquello que reafirma nuestra estabilidad vivencial; hay personas que pareciera que toda su vida se desenvuelve a ese ritmo, si no pausado, al menos sí predecible; no sufren de importantes y notables cambios de manera imprevista, o al menos esto no es común en sus vidas durante largos periodos de tiempo, años y años de vivencia de una vida sosegada. Existe, por el contrario, otro grupo bien distinto de seres humanos, aquellos para quienes lo impredecible es el plato de desayuno de prácticamente todos los días de su vida, de alguna manera nuestras diversas personalidades van evolucionando y adaptándose a la realidad de la vida que nos ha tocado vivir.

Enfrentar estos vaivenes de nuestra vida no siempre es fácil, si bien de alguna manera vamos localizando en nosotros mismos todos aquellos recursos de los que nos podamos valer para ir afrontando las vicisitudes de la vida, la situación cambia sobremanera cuando estos momentos imprevistos, de cambios inesperados, no provienen de nosotros sino de quienes más cercanamente nos rodean.

A estas situaciones se enfrentan los padres que repentinamente se encuentran ante la decisión de su hijo de un cambio de carrera universitaria; la inestabilidad en la vida del hijo es inestabilidad en la vida de sus padres, la misma inestabilidad que experimenta una esposa cuando, al llegar el marido a su casa por la tarde, le explica que se ha quedado sin trabajo y habrá que empezar a picar piedra por un lado y por otro, hasta encontrar de nuevo una fuente de sustento para la familia.

De alguna manera enfrentarnos a los periodos de inestabilidad en nuestra vida es más fácil que enfrentarnos a los de las personas que amamos; algunos de esos momentos los hemos elegido nosotros, otros han llegado de manera sorpresiva, pero con la fortuna de que tengamos claramente ante nuestros ojos la solución y el camino a seguir. Ciertamente hay momentos en los que no tendremos la más mínima idea de hacia dónde dirigiremos nuestro próximo paso, pero las más de las veces tenemos una cierta idea de qué es lo que hay que hacer.

Situación diametralmente distinta al enfrentarnos a los momentos de inestabilidad en la vida de quienes cercanamente nos rodean, como pueden ser el esposo, nuestra hija, tal vez algún hermano o incluso la novia.

El proceso es completamente distinto, porque lo que ha de hacerse y de suceder difícilmente está en nuestras manos; sin embargo, los resultados de alguna manera tienen relación con nuestra vida. Ante una situación tan particular, lo más sano es primeramente dejar en libertad a la persona para que pueda decidir qué es lo que ha de hacer, permitirle tiempo y espacio para poder desarrollar una sana toma de decisiones; por supuesto, es importantísimo que se sienta siempre acompañada y apoyada por nosotros, e incluso estar siempre ahí junto a ella por si desea intercambiar alguna idea o escuchar alguna opinión nuestra.

No es para nada recomendable atormentar con montones de propuestas de solución a quien no ha pedido nuestra ayuda, pero sí es indispensable que sienta que siempre estamos ahí para ella; en muchas ocasiones la simple compañía contribuirá a serenar su ánimo, traerle la paz y la estabilidad necesarias para poder tomar una decisión y saber hacia dónde dirigir sus pasos.

Solidarios ante los imprevistos, compañeros de viaje que nos apoyamos unos en otros, con el sano interés en la felicidad de aquellos con los que compartimos la existencia, en ocasiones requeriremos de la comprensión, compañía y consejo de quienes nos rodean, y en otras seremos nosotros los llamados a ser solidarios, compañeros y bálsamo para quienes amamos.

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