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En los últimos días, ha corrido una ola de indignación por la selectísima vulgaridad de la declaración de Paco Ignacio Taibo II en la Feria Internacional del Libro, en relación con su designación como director del Fondo de Cultura Económica.

Opiniones de las más diversas voces encuentran en ellas un lenguaje impropio para ser utilizado fuera de los exquisitos recintos de pulquerías, cantinas y lupanares, especialmente si quien las profiere va a desempeñarse como funcionario público de alto nivel.

Algunas la señalan como misógina, otras como inmoral, casi todas como machista. Pese a ello, yo creo que nada de eso es lo que la hace reprobable.

Creo, sin embargo, que vale la pena, en primera instancia, hacer algunas reflexiones sociolingüísticas al respecto. No encuentro en la declaración un contenido específicamente despectivo hacia las mujeres.

Se trata de una expresión en la que el acto carnal es una orgullosa acción de dominio humillante, pero indiferente al sexo de quien es sometido.

Por el contexto regular de su uso, es más una expresión que exalta el dominio del homosexual activo -que no se considera a sí mismo homosexual sino supermacho- sobre el pasivo.

Es pues, más bien, una expresión homosexual machista homófoba. Pero, otra vez, ese no es el problema.
Lo que consterna de la declaración de Taibo no es el contenido sexual, sino el político.

Es la afirmación de que por haber obtenido una mayoría electoral absoluta, el lopezobradorismo tiene no solo el derecho a excluir a sus adversarios, sino a humillarlos, dominarlos, aplastarlos y despreciarlos; a ignorar sus reclamos, críticas y quejas; a marginarlos no ya de la administración pública, sino de la vida social.

Más aún, es el reflejo de la convicción de que nadie puede legítimamente oponerse al nuevo presidente y sus decisiones, y que por tanto nada hay de reprobable en insultarlos y sobajarlos, pues todos ellos merecen eso y más.

Dado que la única actitud correcta es la de apoyar al tabasqueño, quienes no lo hacen están necesariamente en falta ética, patria y social, por lo que no es admisible tener con ellos ni la menor consideración. De ningún tipo.

Los enemigos de Andrés son enemigos de México y no hay trato hacia ellos que resulte abusivo o ilegítimo. La democracia, la pluralidad y hasta la tolerancia son debidos privilegios de los amigos del buen tirano, y de ninguna manera pueden ser reclamados en favor de sus enemigos, que son los del pueblo.

No nos interesa lo que opinen, menos lo que piensen, los excluimos y hacemos con el poder lo que nos da la gana. Para eso ganamos las elecciones, dicen hoy.

Paradójicamente, ese era el argumento último de la falange golpista al ser cuestionada sobre su miserable trato a los republicanos españoles. Para eso ganamos la guerra.

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