El número de ciudades visitadas no hace al viajero

El viaje por un 'like' es una urgencia, el indicador de lo exitosamente desenvueltos que somos de la rutina.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No recuerdo la última vez que anduve por una ciudad tan vaciada de tráfico y tensión peatonal. Es viernes santo, son las siete de la mañana, es notable la presencia de casi todos en las playas yucatecas o la Riviera Maya. Esta Mérida debe lucir como la Mérida de la infancia de mis amigos.

Por la tarde, una infografía de Pictoline ha sido publicada por varios de mis contactos en Facebook, la imagen hace alusión a los cambios psicológicos y culturales que provoca viajar. Disiento no de los autores de la imagen ni menos aún de los escritores citados, no me atrevería a poner en duda las palabras de Mark Twain, Marcel Proust y Aldous Huxley. Mi desacuerdo viene de la comparación tajante que hacen quienes comparten la infografía con los que decidieron casarse y tener hijos, lo que aclara qué tan poco se han eliminado los prejuicios acerca de los otros, cualidad que la publicación atribuye propia del viaje.

¡Irónico! Los que se casan no tienen por qué perderse el mundo –si sus horizontes personales se lo permiten– y los que viajan caen en una nueva imposición generacional que empezó siendo subversiva. El viaje por un “like” es una urgencia, el indicador de lo exitosamente desenvueltos que somos de la rutina, cuando realmente no pasa de recorridos turísticos.

No hay nada de malo en ir a un hotel y vagar con gafas de turista, pero alardear como si se fuera un viajero beatnik o un viajero europeo del siglo XIX seguramente haría que Jack Kerouac se volviera a morir.

El escritor Cristian Vázquez, en otro de sus fabulosos ensayos sobre el tema, opina que existe “una discusión entre los amantes de los viajes acerca de qué es ser un turista y qué es ser un viajero”. Posturas rígidas y otras no tanto parecen coincidir en que la diferencia es la actitud mientras se viaja.Ergo, ¿movernos entre nuestra residencia y diferentes ciudades acaba con los prejuicios y acorta la otredad?

Esta misma semana, en la Mérida en asueto, una sudamericana me contó que dar cursos de panadería le permite seguir viajando como quiere, no sólo estar “consumiendo” la cultura, sino dejando parte de ella en los otros. Lamentablemente no pudimos platicar más porque estaba camino a dar unas clases en Progreso ayudada por su hijo.

Cristian Vázquez dice que visitar un gran número de ciudades no hace al viajero, la actitud es la que lo legitima.

Lo más leído

skeleton





skeleton