Paletero

Una madre producía tanta leche para su bebé, que el sobrante lo hacía en helados.

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El Transcriptor ingresó, después de mucho sufrir y batallar, a la población económicamente activa, y está feliz. El no quería ser cerillito, así que esperó mejor oportunidad y hoy es un flamante paletero. Ya soy un cuadro calificado, se ufana, soy el nuevo capital humano de Yucatán, formado en el parque científico y tecnológico del Dr. Raúl Godoy.

Aguanta tu perorata, erotómano de mi vida, le dice la columna Viernes Cultural, tú no eres ningún científico ni tecnólogo, ya quisieras para un domingo, además de calienta-bancas de la Plaza Grande, a lo más que puedes aspirar es a ser mi chalán, interino, sin plaza base.

Ninia, ninia, así no saldrás nunca del subdesarrollo, no estás a mi altura, replica El Transcriptor, y lee en alta voz la nota de la prensa: “Mujeres con leche de oro”. Es una información emotiva que apunta que un pequeño de dos años ya come de todo, “pero los pechos de su madre producen tanto como si tuvieran que alimentar a gemelos”.

Y agrega que a la madre “le sobraba tal cantidad que un buen día empezó a elaborar helados con su propia leche para que su hijo los disfrutase como una golosina”.

Mi trabajo es sensacional: Luego de depositar el producto en las neveras, en seguida agarro los dos exuberantes, y los lavo, los enjuago, les doy un besito y sigo, los “aireo”, los perfumo, los pulo, otro besito y adelante, los limpio, les pongo talco boratado dos caras, y un besito final. Así que ya soy paletero y heladero, de corte europeo, y empuja su carrito y grita:

¡Heladooo, heladooo, paletaaas, hay helado y paletas…!


De nada… Saludos…

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