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Aunado al choque cultural y a las dificultades de comunicación lingüística, miles de jóvenes de la comunidad maya yucateca están sujetos, en ciudades de los EU, a otros estresores como hacinamiento, aislamiento, mala alimentación, doble jornada laboral, adicciones, ausencia de apoyo social y dificultades para acceder a los servicios de salud. La gran mayoría viven hacinados, comparten pequeñas habitaciones debido a los elevados costos de la renta, especialmente en ciudades como San Francisco. Ambiente que, según los propios migrantes, contribuye al abuso de alcohol, drogas y, consecuentemente, a episodios de violencia.

Predominan las carencias de tipo alimentario, pues el afán de ahorrar para enviar dinero a sus familias, la falta de tiempo e infraestructura para cocinar, los llevan a consumir comida rápida y calórica. Ahora, a la desnutrición se suman problemas de sobrepeso, obesidad y un conjunto de enfermedades crónicas.

Con el fin de que el salario les alcance para sobrevivir, buscan dos trabajos o doblan turnos, y muchas veces recurren a las drogas “para soportar la doble jornada”. Esto, más la mala alimentación y el escaso descanso al que pueden acceder, suele repercutir tanto en su salud física como emocional.

Esta combinación de carencias, sumadas a la soledad afectiva, a la ausencia de una red de apoyo social, y al miedo a la deportación que viven hoy día, son estresores de una gran intensidad y relevancia emocional que, según Joseba Achotegui, serían la base psicosocial del “Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple”.

Muchos jóvenes no ven cómo salir del túnel en el que están metidos, más aún en un país donde no existe organización o institución alguna para atender los trastornos emocionales (depresión, estrés, trauma psíquico) de los inmigrantes de origen indígena. Al solicitar ayuda, algunos profesionales de la salud, por prejuicio o racismo, desvaloran los síntomas que presenta el migrante; o quizá por diferencias culturales no lo comprendan ni sepan cómo prestarle ayuda. Ante este escenario, muchos deciden retornar.

Cifras oficiales del Indemaya revelan que, en 2017, cerca de 300 yucatecos retornaron –deportados o repatriados- de los EU-.

Lamentablemente entre los años 2016 y 2017 fallecieron 33, menos que en 2008, en el que murieron 29 yucatecos por causas diversas: enfermedades, accidentes o hechos delictivos o violentos, incluso al intentar cruzar la frontera. La mayoría eran de los municipios de Oxkutzcab, Akil, Tekax, Cenotillo, Mama, Peto y Muna.

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