'Cristo invita a una decisión radical'

XVII Domingo del Tiempo Ordinario. 1Re 3, 5-13; Sal 118; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52

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Salomón pedirá a Dios que le conceda los medios adecuados para que se realice el designio divino que inició con la elección del pueblo. (Wikipedia.org)
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I.- 1Re 3, 5-13

Este texto describe la oración de Salomón tan hermosa como pedagógica.

A.- El inicio presenta al Señor que en un sueño, se le aparece al joven rey. 
La plegaria de éste está bien pensada, pues deja al último la petición haciendo primero una doble confesión:

a)  Tiene como tema a David y la gracia divina para él.
b)  La segunda mira a sí mismo, y la gracia e iniciativa divina que se ha colocado sobre su trono.

Salomón pedirá a Dios que le conceda los medios adecuados para que se realice el designio divino que inició con la elección del pueblo.

Alaba a su padre David, y hacia sí mismo percibe su incapacidad. Pero para ambos la misericordia del Señor ha sido espléndida.

Luego viene la petición: pide a Dios una mente dócil, o sea el arte de saber discernir entre el bien y el mal que es la suprema sabiduría.

B.- Los reyes cuando asumían el trono, pedían a Dios larga vida, victorias y un destino feliz. Salomón en cambio pide a Dios sabiduría para gobernar.

Dios le responde afirmativamente otorgándole un corazón sabio e inteligente, pero además le añade dones no pedidos por el rey. Sintetiza su benevolencia en la frase “no habrá rey que se pueda comparar contigo”.

De tal manera que la benevolencia de Dios supera ampliamente a la súplica del rey.

II.-Rm 8, 28-30

En este bellísimo capítulo de la epístola, se nos propone la providencia misericordiosa de Dios hacia los que le aman, y la configuración de los elegidos a la imagen de Dios. 

A.- Según el Plan de Dios, cuando la persona procura corresponder al amor de Dios. Todos los acontecimientos son para su bien, así se ven en la perspectiva de la fe; lo que da una enorme carga de fortaleza en la esperanza de la salvación, y grande dinámica en el compromiso de la caridad.

B.- Jesucristo es la imagen de Dios. Vino al mundo para redimirnos y restituir así a la humanidad el esplendor de ser “imagen de Dios”, que había sido obscurecida por el pecado, por medio de la conciencia de ser “hijos de Dios”, y abriendo para nosotros la gloria.

Es por ello que decimos que Jesucristo es la invitación del Padre.

En él, nos invita a todos como dice san Ireneo: “La imagen la tenemos ya como don, la semejanza la vamos realizando como compromiso”.

Conformarse a Cristo, configurarse a Él, transfigurarse paulatinamente en Él. A ello somos llamados en el marco de la iniciativa Divina; a la llamada sigue la justificación y a ésta la glorificación.

Más que declarar etapas, San Pablo nos revela una dinámica interior y profunda que es la gloria de Cristo, que Él ya posee y quiere comunicar y hacer partícipes a todos los que respondan afirmativamente a su iniciativa e invitación.

III.- Mt 13, 44-52

Este tercer discurso de los cinco grandes discursos del Evangelio de Mateo, termina hoy con las parábolas del tesoro y de la perla, y la de la red, seguida por el epílogo de ésta colección de parábolas.

A.- Parábola del tesoro y de la perla (Mt. 13, 44-46)

En las dos parábolas prosiguen la revelación del Reino como realidad suprema, delante de la cual vale la pena hacer cualquier sacrificio, despojarse de cualquier cosa.

Delante de Jesús no basta estar a la escucha en una actitud de benevolencia, sino es indispensable comprometerse con Él, y gastarse y desgastarse totalmente por su Reino.

Las dos parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa son dos formas de definir una única fundamental decisión.

En ambos casos, está vigente la misma tesis: “darlo todo” para poseer el único verdadero valor.

El gozo es la consecuencia anímica y existencia de este gran descubrimiento y grande provecho.

Delante del reino debe comprometerse la gran opción que comporta toda la vida. El Reino no es una realidad abstracta, sino que es la persona misma de Jesús: la decisión se hace a favor del reino, y la elección a favor de Cristo.

B.- La parábola de la red (Mt 13, 47-50)

Reitera la tesis de las parábolas anteriores “de la cizaña y el trigo”, subraya la coexistencia en el mundo y en la historia de malos y buenos y su conclusión final, no insiste tanto acerca de la paciencia de Dios al tolerar dicha coexistencia, sino sobre la amenaza hacia aquellos que permanecen en su maldad.

C.- Conclusión del discurso de las parábolas (Mt 13, 51-52)

El escriba que se ha hecho discípulo del Reino, es el doctor judío que se hace seguidor de Cristo, que posee y administra toda la riqueza del mensaje de la antigua alianza, y lo acrecienta con el perfeccionamiento de la nueva.

Este elogio puede referirse a cualquier oyente que ha comprendido la enseñanza de Cristo, conociendo ya la Sagrada Escritura; o al mismo evangelista que de alguna manera firma y confirma su labor.

Al terminar este grande discurso de las parábolas, vemos que el común denominador, y tema de fondo es el Reino de Dios. Nos guía la atención a ese grande misterio, su crecimiento, las condiciones de compromiso total que exige, y la dimensión escatológica a la que nos orienta.

El número de las parábolas es de siete, número significativo de perfección en la Biblia, ya desde la creación en siete días, dando a este número sentido de existencia y vida.

El tema del Reino de los cielos, proseguirá en el Evangelio de Mateo con la presentación de la comunidad eclesial, primicia y signo del misterio.

Conclusiones

1.- El escriba sabio y Salomón son dos emblemas de sabiduría, la virtud de la madurez humana y espiritual.

Es una lección de la comprensión postpascual de la unidad y continuidad de toda la escritura: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos acerca de mí. Y entonces abrió sus inteligencias para que comprendieran las escrituras” (Lc 24, 44-45).

La madurez interior es inestimable, y por ello cada creyente debe de luchar contra toda forma de opresión, manipulación, oscurantismo, superficialidad para que cada persona crezca y madure en sabiduría y gracia.

2.- Todos tenemos una escala de valores. Cada persona se define por sus decisiones. Educar a la decisión libre, justa y oportuna es un gran servicio a la persona, y fundamental en la fe.

Cuantas veces la incapacidad de juicio maduro, orienta a la persona a decisiones de aceptar seudo-valores, que se convierten en polvo y paja, dejando vacío e insatisfacción existencial.

Todos sabemos que en la Iglesia primitiva se identificaban los cristianos con un pez, por la relación del nombre griego “ictus” con un acróstico que es una bella profesión de fe: Jesús Christos Theoù Uiòs Sotèr (Jesucristo Hijo de Dios Salvador).

3.- “Con estas últimas parábolas aprendemos que es necesario no solo desprendernos de los bienes para abrazar el evangelio, sino que debemos hacerlo con gozo.

Quien renuncia a cuanto posee debe estar persuadido que es un buen negocio y no una pérdida. Si no vendes todo no puedes adquirirlo, y si no tienes una decisión que lo busca con la misma solicitud que buscas un tesoro, no lo obtendrás.

Dos condiciones son necesarias: Mantenerse lejano de todo lo que es terreno y permanecer atento y vigilante”. (S. Juan Crisóstomo “In Matth” 47,2).

“La caridad es la perla preciosa… si tú sólo poseyeras la caridad te bastaría ella sola. Si nosotros amamos ya desde ahora al Señor que no vemos. ¿Cómo lo amaremos cuando lo veamos directamente? Pero y ¿en qué campo debemos ejercitar este amor? En el de la caridad fraterna. Podrás decirme que no has visto a Dios, pero no podrás decirme que no has visto a los hombres. Ama por tanto a tu hermano. Si amas al hermano que tú ves, podrás contemporáneamente ver a Dios, porque verás la caridad misma y Dios habita en la caridad”. (S. Agustín “In Joan Ep. 5,7).

4.- La sabiduría que pide Salomón, debiéramos pedirla para conducir hacia Dios nuestra familia, comunidad, oficina, empresa, institución, grupo apostólico.

5.- La mira de fe de la Epístola a los Romanos es fuente de una grande paz, serenidad, fortaleza y decisión: “Sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28) ¡Todo, absolutamente todo!

6.- Que busquemos en todo, lo esencial de la voluntad de Dios, del amor fraterno, del compromiso de propia y permanente superación: “En tu ley he puesto mi contento. Amo tus mandamientos más que el oro purísimo, por eso tus preceptos son mi guía y odio la mentira. Tus preceptos son admirables por eso los sigo. La explicación de tu palabra da luz y entendimiento a los sencillos” (Sal 118).

7.- Hagamos recuerdo de la oración Colecta en nuestra conclusión: “Padre Santo y Todopoderoso, protector de los que en ti confían, ten misericordia de nosotros y enséñanos a usar con sabiduría los bienes de la tierra, a fin de que no nos impidan alcanzar los del cielo”. Amén.

Mérida, Yuc., 27 de julio de 2014.

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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