'Dar y darse a la luz de la cruz en ofrenda agradable al padre'

XXII Domingo Ordinario: Jer 20, 7-9; Sal 62; Rm 12, 1-2; S. Mt 16, 21-27

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Las vidas del profeta, del apóstol y del discípulo están colmadas de contradicciones y pruebas, y tienen como meta la Cruz, dice la homilía dominical. (revistaeclessia.com)
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MÉRIDA, Yuc.- I.- Jer 20, 7-9. “Es necesario caminar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (Hech 14, 22).

Parecen sintetizar muy bien el mensaje bíblico del día de hoy porque las vidas del profeta, del apóstol y del discípulo están colmadas de contradicciones y pruebas, y tienen como meta la Cruz.

Así inicia Jeremías el día de hoy con una de sus más celebres confesiones. Su voz llamada de atención por su aspereza casi desesperada.

Él recuerda la hora decisiva de su vida, la de su vocación, y lo hace por medio de una imagen audaz.

Aquel día, Dios lo sedujo, lo hizo caer en las redes de una fascinación irracional, así como se puede seducir a uno que carente de experiencia con falsas promesas se hace que dé su consentimiento y acepte cooperar con los planes de quien lo manipula.

A los límites de la expresión, Jeremías acusa a Dios casi de querer engañarlo.

El ministerio profético le ha traído tan solo “oprobio y desprecio” porque debe anunciar siempre y solo desgracias, y debe proclamar un mensaje de miedo: “¡Violencia, Opresión!”.

La tentación de renunciar y echarse para atrás es muy grande, y parece querer transformarse en una decisión contra la propia vocación. “¡No pensaré, no hablaré más de sí en su nombre!”. Pero la Palabra de Dios es como un incendio que se mete por todos los huesos o como la larva ardiendo que entra y arrasa con todo. Sin embargo dice Pablo: “¡Hay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9,16).

De esta manera el profeta regresa a su martirio cotidiano desgastándose.

En su interior la fuerza misteriosa lo empuja y el no puede eximirse o huir.

Es una admirable página acerca de la llamada y función profética y con una audaz metáfora Él evoca la hora de la decisión de su vida y vocación.

II.- Rm 12, 1-2

La justicia salvífica, misericordia y gracia de Dios es también una exigencia y una invitación a ofrecerse a Dios como sacrificio viviente.

El único culto de la persona justificada es a través de la fe y es constituida por la ofrenda de nuestros propios cuerpos.

El cuerpo es el centro de las tres relaciones fundamentales que vinculan la persona

• a Dios,
• a sus hermanos,
• a las realidades terrestres

La genuina oblación debe presentar a Dios no como una parte de ritos técnicamente perfectos, sino como actitud integral, global religiosa, verificable en la existencia de cada día.

La teología profética proponía una secuencia concatenada entre oración y vida, entre liturgia y justicia: Os 6,6 - Is 1, 40-20 - Jer 6, 20  7, 21-25  - Mt 6, 6-8.

Es solo con la donación oblativa de nuestro propio cuerpo que éste se convierte en “Templo del Espíritu Santo” (1Cor 6, 19) en el cual se celebra el “perfecto culto espiritual”.

Para ofrecer esta liturgia auténtica es necesario realizar una elección. Según la visión bíblica la historia se desarrolla dentro de dos grandes eras: la presente y la futura.

La presente→ con los signos de incertidumbre, fragilidad, transitoriedad y pecado.

La futura→ Instaurando con la presencia de Cristo, y es un reino de esperanza, fraternidad, filiación, gozo y paz.

Para ofrecer oblativamente a Dios es necesario no empantanarse en la inercia de este siglo, sino proyectarse en un descubrimiento continuo, dinámico y comprometido, que la voluntad de Dios ha ya revelado e iniciado en la presencia de Cristo.

La existencia cristiana debe de ser vivida conforme a la voluntad del Padre en una constante imitación de Cristo.

Como les decía san Francisco de Asís a sus discípulos:

“Hay que predicar con la vida entera y cuando sea necesario también con palabras”.

Esto crea una exigencia de un examen de conciencia cotidiano, para decir sí al escándalo de la cruz, y a la presentación del servicio evangélico de la verdad de Cristo, no obstante dificultades, obstáculos, oposiciones y desprecios.

III.- Mt 16, 21-27

Con la expresión bíblica:

“Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos...” (Mt 16, 21)

Mateo inicia dos grandes partes de su Evangelio: la que recoge en una unidad el ministerio público galileo de Jesús (4, 17-16, 20), y la actual que nos guía a la entrega total de la pasión y de la cruz.

Los protagonistas son Jesús y sus discípulos, en el camino hacia Jerusalén.

Por ello este capítulo se lee “a la luz de la cruz de Jesús...”. A los anuncios de la pasión (16, 21-; 17-22; - 10, 17) se les intercala un episodio centrado en los discípulos que es la tentación “de satanás” en las sugerencias de Pedro en “donde se añade la enseñanza a los discípulos de la renuncia a sí, y el servicio recíproco.

En la página evangélica de hoy se desarrolla una teología de la entrega, donación, oblación.

a).- v.24: La Cruz es una invitación a aceptar incluso el martirio –como Cristo- que refleja la situación de la Iglesia perseguida por el Judaísmo.

“A ustedes se les ha dado la gracia no solo de crecer en Él, sino de padecer por Él” (Fil 1, 29)

b).- v.25:  La segunda frase está vinculada a los paralelismos:
    “salvar – perder”,   “perder – encontrar”

La renuncia y la entrega, no son un puro ejercicio ascético, sino que están orientadas a encontrar el Tesoro del Reino (Mt 13, 44).

Dándolo todo, se re-encuentra todo pero en una dimensión definitiva.

c).- v.26:  La última está constituida en una terminología práctica de ventaja, ganancia, perder, cambio y trae el tema querido a Cristo, de la decisión de entrega total y radical, libre de todo obstáculo y reticencia.

Tu liberación no consiste en librarte de tu yo, sino el de asumirte gozosamente y ofrecer tu yo, al servicio de los demás, lo que se lleva a cabo con sufrimiento, dolor y cruz.

Pedro superó brillantemente el examen de la ortodoxia sobre la identidad de Cristo, (Mt 16, 16). Donde no pasó la prueba fue en el de la mentalidad, el del modo de entender la misión.

No basta que las metas apostólicas sean buenas, sino los “medios” usados por Jesús: debilidad, humillación, sufrimiento, derrota, no consideraciones, y oposición de parte de los notables de este mundo.

Es necesario recorrer el mismo camino por el cual Él transitó: La Pasión y la Cruz. “Nosotros anunciamos a Cristo crucificado” (1Cor 1, 23). ¡Así hacemos que nuestra ofrenda de vida, florezca! “¡El siervo no es más que su Señor!” (Jn 15, 20).

“Vía Crucis, Vía Gloriae” – El camino de la Cruz, es el camino de la gloria.
“¡Salve oh Cruz, esperanza nuestra!”

En una leyenda muy bella recogida por Martín Buber dice el protagonista: “amar bien a alguien significa: conocer sus necesidades y sufrir con sus penas”. Si tu llevas la Cruz, voluntaria y generosamente la Cruz te guiará a ti (Imitación de Cristo II, 12, 1-15).

 A la luz de la Cruz de Jesús:

Que los niños y jóvenes estudien, se preparen y capaciten, ese es su deber, en una formación integral e integradora.

Que haya en todos los mexicanos un deseo de superación, crecimiento, compromiso, servicio, para dar cada día lo mejor de sí, en bien de todos.

Que haya respeto a las autoridades, colaboración con ellas, y más compromisos así como menos críticas. (Pues parece que ésta es una ecuación inversamente proporcional).

Que crezca en nosotros el amor a nuestra patria y “Que todos busquemos por caminos de justicia y de paz el progreso de nuestra querida patria: México” (Oraciones Misa Santa María de Guadalupe).

Que el Padre de Nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cual es la esperanza que nos da su llamamiento. Amén.

Mérida, Yuc., 31 de agosto de 2014

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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