"Reflexión ante la tragedia"

En un abrir y cerrar de ojos, cualquier edificio es presa fácil para el coloso.

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Antier nuevamente fuimos testigos de lo que la naturaleza es capaz de lograr, con tal sólo sacudirse, ante el envenenamiento global. En un abrir y cerrar de ojos, cualquier edificio es presa fácil para el coloso, cegando cientos de vidas, rompiendo familias, reestructurando la anatomía de una ciudad, concientizando al colectivo que se une por un bien común, y recordándonos que dejemos de vejarla con el empecinamiento de unos cuantos.

Lo primero que exigimos tras la desgracia es la seguridad de forma integral, atrayendo ipso facto la pirámide de Maslow y evocando su segundo peldaño. Por ejemplo, si de nuestra casa hablamos, recurrimos a cerrojos sofisticados, ventanales reforzados, alarmas eléctricas y cualquier artilugio. Si del ámbito laboral, los gafetes con código de barras, arcos detectores, equipos de vigilancia y demás son la constantes.

Poco a poco se desvanece lo más encomiable del ser humano: la confianza y la lealtad.

El robo hormiga y el ahí se va nos degradan, nos reducen a seres pusilánimes, que, sin necesidad de movimientos telúricos, destruimos las entrañas de la empresa que nos da de comer. Buscamos el agandalle, el hacer menos por más, lo que termina destruyendo la fuente que soporta el primer peldaño jerárquico de Maslow.

Siempre nos preguntamos cómo nuestros abuelos, maestros, profesionistas y particularmente médicos eran mejores. Pues permíteme decirte que depende del concepto de mejores, porque, si de conocimiento y tecnología hablamos, les llevamos abismales distancias, pero no son suficientes cuando lo sopesamos con la comprensión, paciencia, dedicación, integridad y entereza que dieron lustre a probos ancestros.

Las desgracias naturales son parteaguas en la vida y nos invitan a rectificar actitud, inercias y malas costumbres. Hagamos un verdadero análisis personal y con madurez erradiquemos nuestros vicios y fertilicemos nuestras virtudes.

En todas las visicitudes requerimos echar mano de las fortalezas del semejante. Que no sea sólo en estos momentos que exaltamos el trabajo sin cuartel de los médicos y enfermeras por salvar vidas y posteriormente cualquier pusilánime egresado de alguna institución busca su paja y, cual reptil dentro de barrunto legal, busca las migajas que lo envilecen.

Para terminar quisiera emular a querido maestro que con su coloquial lenguaje enfatizaba: “Mientras cada mañana abras tus ojitos y descubras que estás vivo, el Creador te ha dado nueva oportunidad de reinventarte para bien personal y colectivo”.

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