'Debes saber renunciar a ti mismo para poder ser todo de Dios'

El bautizado debe ser el primero en defender los derechos humanos y sobresalir en su lucha por la justicia. (Is 42,1-4. 6-7; Sal 28; Hech 10,34-38; Mt 3,13-17)

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El bautismo de Jesús es la manifestación de la identidad de Jesús de Nazareth: Hijo de Dios y Mesías, y al mismo tiempo miembro de la Trinidad: Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. (amordelosamores.com)
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SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- La liturgia de la Palabra de hoy tiene en todos los ciclos la primera parte del “Siervo de Yahvé” de Isaías, en la que Dios presenta a su Siervo y revela su misión, como sucede en el Evangelio en el que Dios avala y presenta a su Hijo, y revela su misión.

En ambas páginas estamos delante de una investidura solemne, el Siervo de Dios es presentado solemnemente en el Consejo de la corona de Dios (Is 42,1-4) para una misión salvífica universal (Is 42, 6-7).

La definición de la misión permite dibujar la figura del siervo elegido.

a) En la primera parte la misión: Profética y real.

El siervo elegido por Dios recibe el espíritu de Dios que lo anima y habilita a cumplir su misión que se le confía. Con dos vertientes: Primera: proclamar la doctrina de Dios y el juicio de Dios sobre la tierra. Segunda: Son las características de la misión y como ésta se lleva a cabo: “no gritará no proclamará, no hará oír su voz por las calles, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea”, Por ello anuncia la gracia y el perdón.

b) Is 42, 6-7.- Dios ha hecho a su elegido “Alianza” para su pueblo, “luz” para las naciones. Encargado de comunicarles la verdad y la fe auténtica. Para iluminar a los que no ven con la luz de la verdad, y procurar salvación y liberación a los que están prisioneros.

Tenemos así un esquema de un retrato mesiánico que, superando la perspectiva triunfalista del esquema davidico-real, introduce un Mesías profundamente vinculado a Dios, y totalmente vinculado a los hombres.

El derecho que trae es el que Dios ha dado a Israel, un derecho –la justicia de Dios en Jesús-, que será luz de las naciones.

II.- Hech 10, 34-38

Este libro contiene 7 discursos catequéticos, de los cuales 5 son de Pedro y 2 de Pablo. La lectura de hoy nos reporta un texto del inicio del 5º. discurso de San Pedro pronunciado en casa de Cornelio, y que está dirigido a un auditorio pagano.

a) La salvación está destinada a todos (Hech 10,34-35).

Dios no tiene preferencia de personas, cita del Dt 10,17; y de muchos otros textos del Nuevo Testamento y se aplica al mismo Jesús en Lc 20,21. Dios no toma en cuenta raza o extracción social para dar su gracia; el que tiene temor de Dios y practica la justicia es aceptado por Dios; lo que indica la fe en Él; ya que antes eran los sacrificios los que venían aceptados o rechazados, ahora no es un acto ritual, sino la observancia de Su voluntad. Lo que transforma las categorías culturales, en realidades existenciales. 

b) Proclamación del mensaje (Hech 10,36)

La palabra enviada por Dios es anuncio de salvación; que asume la forma del Evangelio de la paz. La paz es para los Israelitas plenitud de los bienes mesiánicos y la felicidad completa; y no como ahora se estila interpretar “ausencia de guerra”. Y este es el anuncio que Cristo con su presencia y mensaje nos trae. Anuncio que visualiza a todos los pueblos de la tierra.

c) Etapas de la vida de Jesús (Hech 10, 37-38)

Es un compendio de la historia evangélica, el bautismo de Jesús, y su ministerio primero en Galilea y después en Judea. Viene evocada la teofanía bautismal de Jesús: “Dios ungió con el poder el Espíritu Santo a Jesús de Nazareth” Dios Padre que unge, Jesús que recibe la unción, el Espíritu Santo que es la unción misma. Así lo vive Jesús aplicándose el texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por ello me ha ungido y me ha enviado” (Lc 4, 18; Is 61,1).

La Epístola a Hebreos da a la unción un valor sacerdotal, y por ello Jesús viene revelado en su dignidad y función de Profeta, Mesías y Sacerdote, y por ello “pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hech 10, 38).

III.- Mt 3,13-17

El bautismo de Jesús es la manifestación de la identidad de Jesús de Nazareth: Hijo de Dios y Mesías, y al mismo tiempo miembro de la Trinidad: Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo.

Esta escena nos recuerda la de Ezequiel (Ez 1,1-4,28; 2,1-3). A orillas del río Kebar ve como el cielo se abre y aparece la gloria del Señor y al mismo tiempo aparece una voz que habla; el Espíritu se apodera de él, y le revela la misión.

a)  El diálogo entre Jesús y Juan (Mt 3,13-15)

Mateo es el único que atrae la atención sobre el problema que se le pone a Juan al verse frente a Jesús. La predicación de Juan que había subrayado tanto la superioridad de Jesús sobre su precursor, lo lleva a esta perplejidad; y en la respuesta de Jesús encontramos dos términos muy apreciados por este evangelista: “cumplir, realizar, satisfacer”; y “toda justicia”, que ambos indican el proyecto divino al que con amor total se adhiere.

El anuncio profético del Bautista es alborada de la proximidad de la plenitud de salvación en Jesús; y ahora a través del bautismo-investidura revela a todos que la era preanunciada y de la cual él es el precursor se realiza en totalidad en Cristo.

La misión de Jesús es entregar al mundo la Revelación perfecta y la palabra definitiva, la intervención salvadora del Padre.

El acto del bautismo usa una expresión “Al salir Jesús del agua una vez bautizado”, trae una correlación con el Éxodo (Is 63,11; Sal 114,3-5). El acto liberador y salvífico de Egipto, ahora es llevado a cumplimiento en Jesús que nos lleva por la Iglesia a una liberación definitiva.

b) La teofanía (Mt 3,16-17)

Al acto de humildad que cumple Jesús al recibir el bautismo de penitencia, le sigue su glorificación por medio de la manifestación divina.

El “abrirse los cielos” significa la unión de la tierra con el cielo, mediante una revelación celestial.

El primer elemento de esta manifestación es el que desciende el Espíritu bajo forma de paloma y viene a Jesús. Es este Espíritu que también encontramos que “el espíritu de Dios se movía sobre las aguas” (Gn 1,2).

Este Espíritu consagra y avala a Jesús para la obra de la salvación; y comunica su santidad a las aguas preparando así el sacramento del bautismo cristiano.

El segundo elemento de la manifestación es la voz del cielo que dice: “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”. Que ponen juntas y el salmo: “Tú eres mi Hijo” (2,7), y el inicio del primer canto del Siervo de Dios: “Este es mi elegido en quien me complazco” (Is 42, 1). Así en este pasaje queda claro que Jesús es presentado como el Hijo real de Dios, y su Siervo fiel.

La voz en Mateo se dirige a los demás, para subrayar el sentido comunitario. Y en esta voz del Padre, cada uno podemos ver una invitación y actualidad siempre presente.

IV.- Conclusiones

El bautismo de Jesús es la grande revelación de la presencia salvífica de Dios en la historia, que delante de la “sed de Dios” que hay en nuestro tiempo debemos ofrecer a la meditación y aceptación plena, el anuncio de la figura de Jesús. Paul Claudel decía: “El Señor ha asumido tus debilidades para curarlas”.

El bautismo es la grande Epifanía de Jesús, después de aquella delicada y humilde ante los Reyes Magos, vinieron los 30 años de vida silenciosa en la “santificación de la cotidianeidad”, y en este acontecimiento salvífico se presenta como Mesías.

El bautismo señala el punto desde el cual ya no hay regreso. Con decisión Jesús se pone entre la multitud a hacer la fila de los que se quieren bautizar.

El testigo de la verdad y del amor del Padre, enfrentará la indiferencia y el odio con decisión irrevocable, no obstante comprender su camino de calvario y de cruz. 

Debes saber renunciar a ti mismo para poder ser todo de Dios.

Hay un canto de los que llaman “Espirituales negros” muy bello que dice: ¡“Debes atravesar el Jordán cuanto tú morirás. Me han dicho que el Jordán es un río estrecho y profundo. Del otro lado está el Señor que espera y te dice: el tiempo ha pasado y terminado, el Jordán, el río Jordán... que debo pasar!”.

Ese Jesús que camina humilde y escondido en la multitud, es el mismo que nosotros vamos a encontrar aquí, y en su Palabra que hemos escuchado y escondido en los signos del pan y del vino, El está por llegar en esta asamblea sacramentalmente. Que bien que cada uno y todos juntos lo acojamos identificándolo como el Bautista:

"¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" 

Juan quiere disminuir para que Jesús “El amigo” crezca, y Jesús así crece, en la humilde disminución de la encarnación, del nacimiento, del bautismo, ese camino de humildad y despojo que eligió Jesús hasta la cruz tangiblemente visible ya en la decapitación del Bautista.

Jesús viene a nosotros con la Revelación, cada quien debe caminar al encuentro de Cristo con la fe.

El bautizado debe ser el primero en defender los derechos humanos y sobresalir en su lucha por la justicia. Por lo tanto ha de denunciar valientemente toda injusticia cometida por cualquier persona no sólo por autoridades sino también por vecinos y ciudadanos de cualquier grupo, partido o ideología.

Un cristiano no puede solapar la corrupción o los abusos en la familia o en la sociedad. El bautizado debe pasar -como Jesús- la vida haciendo el bien, nada más contrario que hacer el mal, maltratar o explotar a otra persona.

Un ladrón, asesino, injusto, violador, secuestrador, asaltante, ratero, corrupto, borracho, adúltero aunque esté bautizado, contradice su condición de hijo de Dios, miembro de Cristo, y hermano de los demás. Estos malos católicos son vergüenza para la Iglesia y en ellos no se complace Dios.

Que el amor de Cristo nos lleve a un mayor conocimiento de Él por medio de su Palabra, leída en la comunión de la Iglesia, y la proceso de interiorización e identificación con Jesús, que ilumine la propia vida y el camino de los demás, en actitud constante y coherente de proyección y promoción de cada persona.

Que Cristo crezca cada día en la humildad del amor del corazón de cada uno para poderlo hacer crecer en el corazón de todos los que la Providencia cruza en mi camino, en la búsqueda de realizar una sociedad más humana, pacífica y justa, fruto del coherente compromiso de nuestro bautismo.

Amén.

Mérida, Yuc., 12 de enero de 2014

† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
Arzobispo de Yucatán

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