Sucede que el domingo pasado acudí a un cajero ubicado al norte de la ciudad con la intención de retirar algo de efectivo. Dicho cajero se encuentra en una calle bastante oscura y cercana a dos casinos, pero vaya que realmente estaba oscuro y esto debido a que las luces del cajero también se encontraban apagadas ¿Algo raro verdad? Entonces “puse las altas de mi auto” para ver que ningún cristiano o animal se atraviese por mi camino y fue ahí donde miré a un rapazuelo dentro de la cabina del cajero, el cual trató de esconderse detrás de la máquina como si no quisiera que alguien lo viera. A mí y a mi acompañante nos llamó la atención, por lo cual volví a accionar las luces altas del coche y salió del cajero un güerito de aproximadamente 19 años, playera gris y pantalón azul que se quedó paralizado a mitad de la banqueta con una cara como si hubiese visto al diablo y después de unos segundos arrancó a correr brincando bardas. Claro, amigo lector, que decidimos alejarnos de ahí inmediatamente y después de dudarlo un rato le informamos a una patrulla lo sucedido y fueron los oficiales quienes nos comentaron que habían sido robados algunos cajeros horas antes en la ciudad y se dirigieron enseguida a la dirección señalada.

¿Para qué les cuento esto?, se preguntarán. La razón es que en este artículo la magia siempre brillará y en este caso la denuncia como protección de nuestra comunidad es esa importante magia que debemos de fomentar. Siempre que veas algo raro, que te disguste o vaya en contra de la ley no te quedes callado, avisa sin miedo, pues ante la ola de robos que cada vez aumenta, sólo nos queda estar unidos, ser honestos, precavidos y atentos. Denuncia, no lo dudes, como lo dudé yo.