Para los que se van, los que se han ido y los que llegan, para los que merecen ser recordados y a los que nadie recuerda, para todos ellos celebramos estas fechas que no son de muertos sino de vivos, de almas eternas, de la alegría de que un día, quién sabe cuándo o en qué momento, nos volveremos a encontrar.

La vida es aquel tesoro tan grande, mágico y preciado que tenemos, mientras que la muerte es sólo el pago por la cosecha que hemos realizado en esa vida y un proceso natural que no siempre es justo pero que algunos han logrado vencer alcanzando con sus actos en la vida terrestre la inmortalidad, la cual no se logra con religiones o hechizos, sino con la trascendencia y no existe acto más trascendente que dar amor y felicidad a otros.

Es por ello que en estas fechas recordamos a nuestros amigos y familiares que han trascendido gracias al amor que les tenemos, pero mucho más por el que nos han brindado y vaya que ahora sí combina el dicho, pues “recordar es volver a vivir”, así como revive el deseo de dar cualquier cosa por disfrutar nuevamente de su voz.

Vivamos cada día como el último, disfrutemos a quienes amamos en cada instante y tengamos esperanza de que aquellos que se adelantaron se encuentran en el cielo, lejos de las penas y tristezas de la tierra y que como la tradición del Janal Pixán dicta: regresan cada año a alimentarse de la esencia, pero hagamos que no sea de la esencia de los alimentos sino de la inherencia de nuestro amor hacia ellos y hacia los que aún se encuentran con nosotros. Feliz día de vivos.