Don Luis tiene 78 años y "de grande" quiere ser ingeniero

Junto con su esposa, de 60 años, estudia el bachillerato y van por la carrera.

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María Victoria Cauich y Luis Raúl Sánchez Silveira dieron todo por sus cuatro hijos, pero ahora es su turno. (SIPSE)
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Coral Díaz/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Bien dice la frase que “nunca es tarde para aprender”. 

María Victoria Cauich y Luis Raúl Sánchez Silveira, tras 25 años de matrimonio y trabajar para que sus cuatro hijos recibieran educación profesional, ahora le dedican tiempo a los estudios y este ciclo escolar comenzaron la preparatoria.

A María, de 60 años, y a Luis, de 78, no les preocupa si concluirán el bachillerato a una edad en la que debieran jubilarse, al contrario, quieren seguir adelante; ella quiere ser trabajadora social y él quiere cursar Ingeniería Agropecuaria.

Y cómo no, la apuesta es alcanzar el nivel escolar de sus hijos, que con el trabajo de muchos años, él como técnico apícola, laborando en la milpa, con sus abejas y gallinas, y ella como ama de casa, han procurado y son su orgullo.

Su hija Claudia es abogada; Luis Raúl, quien lleva el nombre de su padre, es mecánico aviador; Linda es pedagoga, y la más pequeña, que lleva el nombre de su madre, María, realiza sus estudios de Ecología en la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady).

“Queremos ver si los alcanzamos”, sonríe el papá, que también ha decidido ser un ejemplo para muchas generaciones y que tiene en su espíritu a figuras que lo han impulsado, como el Benemérito de las Américas, Benito Juárez.

El domingo, con una sonrisa que reflejaba el fruto de su esfuerzo, estos dos estudiantes, emprendedores del municipio de Tahmek, recibieron en comodato su equipo de cómputo del programa “Bienestar Digital”, con lo que podrán reforzar su educación.

“Un día nos decidimos terminar nuestra secundaria, y ya estamos comenzando la preparatoria en Sanahcat, a través del Bachillerato Intercultural; es una emoción pensar que podemos obtener más conocimientos y no nos importa que nos digan que no estamos para eso, porque nunca es tarde para hacer lo que uno quiere”, subrayó María, momentos antes de tener en sus manos su laptop.

Su piel tersa, esas líneas marcadas en el rostro de tantas jornadas de trabajo, sus cabellos canos que dibujan su edad, son sólo muestra de que la madurez implica seguir esforzándose y que “nunca es tarde para aprender”.

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