Doña Adela, una persona amada y... buena cocinera

A sus 90 años, la dama se declara feliz y afirma que ha tenido una buena vida, siempre rodeada de amor.

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Doña Adela Sierra de Sobrino, en su casa de la Col. México y rodeada de sus recuerdos. (Martiniano Alcocer/SIPSE)
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Martiniano Alcocer/Milenio
MÉRIDA, Yuc.- Doña Adela Sierra y Burgos de Sobrino es una mujer amada, alegre, amorosa… y buena cocinera. Acaba de cumplir sus primeros 90 años y no le duele nada ni en el alma ni en el cuerpo. Disfruta el amor, lo disfrutó desde recién nacida en el seno de una familia de la que fue la xt’up (la última), lo vivió intensamente con don Carlos Sobrino Canto –“el hombre de mi vida”-, lo sigue gozando hoy con sus cuatro hijos, sus diez nietos y 12 bisnietos y los que se agregan.

Es también priista “desde que tengo uso de razón”, pero nunca le dio por entrar a la política, aunque no le gustan los acuerdos y concertacesiones que se hacen hoy día. “El que gana, gana y punto. Con el voto no se juega”, afirma. 

Tiene un hijo priista, Carlos Sobrino Sierra, y otro perredista, Eduardo, “pero yo nunca les dije que militaran en uno u otro partido”. Los otros dos son, uno pintor, Jorge “Roy”, y el otro empresario, Mario.

-¡Ay sí! –exclama entre risas cuando el reportero la pregunta si se siente amada-, todos me aman. Soy muy feliz, siempre lo he sido. Tuve una infancia maravillosa, mi papá, don Adalberto Sierra Fernández, me adoraba.

Don Adalberto tuvo 12 hijos fruto de dos matrimonios. Con la madre de doña Adela, Manuela Burgos Rejón, tuvo cinco.

El señor Sierra Fernández era el encargado de la Farmacia Urcelay, una de las más prestigiadas de Mérida hasta ya entrados los años setenta.

-Era un padre amoroso y un marido ejemplar –afirma doña Adela-. Mi mamá también nos adoraba. Ella recibió en su casa como si fueran propios a los hijos del primer matrimonio de mi papá. Eramos una familia muy unida y feliz. Nunca nos faltó nada, pero, eso sí, había mucha disciplina.

Recuerda divertida una anécdota que “no les gusta mucho a mis hijos”:

-Yo estudiaba en la María Urbina Castellanos, que no estaba lejos de mi casa. Ahí a los 13 años tuve mi primer enamorado. Iba por mí y me acompañaba a la casa. Un día nos vieron y como por esas fechas mi hermano Manuel pensaba llevar a mis papás a México, donde él vivía, para pasar unos meses, decidieron que me quedaría de pupila (interna) en el colegio. Cuando regresaron a los tres meses le dije a mi mamá que me quería quedar interna todo el año porque la pasaba muy bien en la escuela: tenía muchas amigas y era divertido.

-Cosas de la vida: en el colegio conocí a una joven que no era de aquí y que se hizo mi mejor amiga. Luego, pasado el tiempo, se casó con don Carlos. Ella murió y poco después me encontré con don Carlos en un baile de Bancarios. Nos hicimos amigos y más tarde me pidió ser su novia. Al principio no le pareció mucho a mi mamá, pero yo le dije: “Tú hiciste lo mismo, te casaste con un viudo. Déjame que venga a la casa”. Eso la convenció.

¿Cómo eran las visitas entonces?

-Muy distintas. De las 20:00 horas a las 21:30 horas y solo tres días a la semana estaba permitido que los novios fueran a la casa. En ese entonces éramos tres las que andábamos de novias. Las tres en la sala y mi papá y mi mamá sentados en la puerta de la casa. A las 9:30 en punto, mi papá se levantaba de su sillón y era la señal para que los galanes ahuecaran el ala. No había prórroga.

No tardaron mucho de novios. Don Carlos, que le llevaba 10 años y era jefe de aeropuerto de Mexicana de Aviación, la pidió en matrimonio a los pocos meses y se casaron. Fueron felices durante 33 años, hasta que, cuando ella vivía en Campeche –a donde se había trasladado porque su esposo fue cambiado como jefe de aeropuerto a la vecina ciudad-, el hombre de su vida falleció repentinamente en Mérida, a donde había venido en comisión de trabajo.

-Era un hombre maravilloso –dice doña Adela entre lágrimas de emoción-, me adoraba. También mis suegros, don Porfirio Sobrino Vivas y doña Esperanza Canto Pérez, me querían mucho. Fue una época muy feliz. En mi casa había reuniones familiares que congregaban a decenas de parientes. Esa costumbre la mantuvimos con nuestros hijos hasta donde se pudo. Ahora es muy difícil, los tiempos cambian.

El matrimonio Sobrino Sierra tuvo cuatro hijos:

-Lic. en Economía Carlos. Político priista, líder de su partido y legislador. Con importantes cargos en el Gobierno Federal durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y en Yucatán con larga carrera en el Banrural y Cordemex. 

-Lic. en Economía Eduardo. Uno de los más antiguos militantes del PRD en Yucatán, legislador por ese partido y también su líder en el Estado.

-Mario, dedicado a la empresa privada.

-Jorge “Roy”, artista plástico, escritor y promotor cultural, cuyo apodo tiene una curiosa historia: su papá era muy aficionado a los cuentos de vaqueros y uno de sus héroes era Roy Rogers. El empezó a decirle Roy desde pequeño y ahora así es conocido por todos. El mismo se presenta como Roy.

¿Nunca le dio por incursionar en la política?

-No, nunca. Soy priista desde que tengo uso de razón, pero no. Nunca busqué un cargo partidista. A mis hijos siempre les inculqué la preocupación por servir y el interés en las cosas de la comunidad. Creo que por eso Carlos y Huayo decidieron tomar el camino de la política. No me gustó que Eduardo se fuera a otro partido, pero lo respeto. Cada quien toma sus decisiones.

-Eso sí, mis cuatro hijos son muy buenos conmigo. Me aman, me adoran como yo a ellos, igual que mis nueras, mis nietos y mis bisnietos. Para mí es una fiesta cuando los veo juntos.

-Yo no dependo de ellos, gracias a Dios. Tengo también a mis amigas, mi grupo con el que me reúno. Comemos juntas, paseamos y nos queremos mucho. Soy feliz.

¿Y la cocina doña Adela?

-Es algo que disfruto mucho. Soy heredera de una tradición familiar y de guisos que pocos conocen y que guardo en mi cabeza. Eso incluye el recado que tiene mi nombre con una antigua receta familiar. Mis platillos han llegado a muchos lugares y tengo parientes fuera que me encargan que les cocine para ocasiones especiales. 

¿De sus hijos y nietos o nueras, quién le heredó el sazón?

-Carlos cocina muy bien. Huayo y Roy no tanto, pero tienen lo suyo. El que sí cocina con mi sazón es Mario. De los nietos, creo que Mimisol, la hija de Carlos.

Doña Adela no quiere hablar mucho de la cocina y las recetas familiares.

-Hay una sorpresa por allá –dice y sonríe.

Con motivo del cumpleaños 90 de la dama hubo una fiesta en casa de su hijo Carlos. “La pasé muy bien”, afirma. “Todos me aman y yo los amo a todos”.

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