Reconocer la risa

Leo que el Ayuntamiento de Mérida realizó un homenaje al máximo representante de nuestro teatro regional: don Héctor Herrera, “Cholo”.

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Leo que el Ayuntamiento de Mérida realizó un homenaje al máximo representante de nuestro teatro regional: don Héctor Herrera, “Cholo”. El legado de “Cholo” es invaluable y no merece quedar en el olvido, por eso celebro esta iniciativa que no sólo lo inmortaliza sino que lo vuelve un ser visible en una de las calles más importantes de nuestra ciudad. “El tres de octubre se instaló en el remate del Paseo de Montejo una escultura en honor al ilustre actor, en un reconocimiento más a su labor y sus aportaciones para la comunidad artística y sobre todo por mantener vivo el teatro regional yucateco. La escultura de don Héctor Herrera, “Cholo”, está en una banca en el remate del Paseo de Montejo para que meridanos y visitantes puedan tomarse la foto del recuerdo y mantener viva la esencia de tan renombrado actor”. Héctor Herrera, “Cholo”, es actualmente una leyenda, lo sé porque, cuando digo que soy yucateca, mucha gente de fuera me dice que sólo iba a Mérida a ver a “Cholo”, a otros les brillan los ojos cuando preguntan: ¿Lo viste actuar? Me lleno de orgullo cuando respondo: Sí, lo vi muchas veces y era extraordinario. Me gusta pensar que la gente que va a Mérida añorando a “Cholo” se tomará una foto con su escultura pensando que está al lado de un artista único.

Entiendo el disgusto de una parte de la familia Herrera al sentirse omitidos, pero no me gustaría que esa polémica empañara el reconocimiento al extraordinario actor que fue don Héctor. Creo también que estamos en tiempos en los que hay que sumar, abrir los esfuerzos a todos los artistas para acercarnos un poco a la anhelada utopía de hacer comunidad. Personalmente me encanta que se reconozca a un comediante, a un hombre del pueblo, a un extraordinario caracterizador que sólo con el título de sus obras nos hacía reír, a un hombre que hizo escuela sobre las tablas en muchos actores que hoy siguen el camino que él abrió, a un hombre que hacía mofa de los políticos hasta hacer que se rieran de ellos mismos. La ausencia de don Héctor, igual que su extraordinario ser nos sabe a eternidad. Nos hace mucha falta su voz insustituible. ¿Ya ve don Héctor? Aun en su ausencia física sigue haciendo historia, porque reconocerle es reconocer la risa y la alegría, y le juro que hoy, más que nunca, necesitamos la alegría para iluminar nuestro país, nuestro mundo. Un abrazo hasta el cielo de los grandes.

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