El Amor de Cristo entre los Hermanos: testimonio que garantiza la Victoria

Inicia una nueva lógica: amar al otro no por lo que me da, sino por lo que es y desde la mirada de la fe.

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'Conocerán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros'. (buenasnuevasweb.com/Foto de contexto)
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V Domingo de Pascua

Hech 14, 21-27;  Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33.34-35

Cristo resucitado es el fundamento de la nueva comunidad de fe  y todos los creyentes a lo largo de los siglos han comprendido que decir: “¡Cristo ha resucitado!” es lo mismo que decir sí a la fidelidad a los designios del Padre y el amor a sus hermanos que el Señor testificó con su pasión y resurrección.

Así se nos describe a la comunidad cristiana primitiva que se organiza reunida en torno al misterio del amor de Cristo Resucitado, que engendra en ellos la dinámica de la comunión, que convive y comparte en profunda solidaridad fraterna.

La oración en común y la esperanza que se deriva de esa contemplación del Resucitado, les da fuerza para la esperanza del “nuevo cielo” y la “tierra nueva”, en donde será saciado todo anhelo por la presencia de Dios  y la suerte del ser humano encontrará plenitud de significado, en un mundo nuevo para el hombre que así encontrará su resurrección y redención definitivas.

En el caminar de la vida el “hombre nuevo según Cristo” se nutre del mandamiento del amor y sabe sobreponerse a todas las persecuciones, vicisitudes y contradicciones que sufre la Iglesia primitiva como Jesús que glorifica al Padre cuando es entregado a la pasión  y que por su libre voluntad y decisión camina hacia la muerte, cumpliendo la voluntad del Padre y expresando su amor redentor a todos nosotros como humanidad.

La Comunidad del Resucitado

La Palabra de Dios es siempre penetrante y peregrinante. Así nos lo muestra el texto de los Hechos: “entrar, regresar, llegar, alcanzar”, son los verbos con los que se describe la actividad de Pablo y Bernabé. La empresa confiada a los dos apóstoles  es la típica del anuncio del Reino en el esquema del Maestro: “Los envió de dos en dos...” y es necesario permanecer fieles a Cristo, porque es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios .  

Es la vida cristiana: proclamar en el drama de los sucesos de cada día el gozo, la esperanza, la alegría y la entereza de seguir a Cristo y servirlo en los hermanos.

Y para ir consolidando en la fe a los hermanos se constituyen los presbíteros y surgen los servicios apostólicos y misioneros. Que además se eligen después de haber “orado y ayunado”. Porque el Señor es quien elige a los animadores de la comunidad para que la comunidad de la Iglesia sea un signo para la sociedad.

“En esto conocerán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” .Una vez elegidos ellos se confían no a la comunidad, sino al Señor, en el cual habían creído, pues habiendo sido elegidos por Él, a Él le pertenecen, son su propiedad.

El presbítero en la comunidad, sirve a las mujeres y los hombres en la fidelidad a Dios, vive entre sus contemporáneos, pero pertenece a Cristo. Ellos regresan a Antioquia donde iniciaron su misión, regresan con un ánimo enriquecido por la experiencia misionera y por la vivencia de la celebración en la comunidad. Ahí ésta reconoce “Todo lo que Dios había realizado” por medio de ellos y les había abierto las puertas de la fe a los paganos .
Dinámica del amor Pascual

La liturgia nos conduce de los Hechos de los Apóstoles, a la pequeña comunidad de discípulos reunida en el Cenáculo: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros” . El da, ofrece una proposición después de haber dado Él mismo el ejemplo.

Parece recordarnos que Dios da sobre el Sinaí la Ley y después los preceptos  para crear un pueblo santo que sea fiel a la Alianza y la acogida con obediencia y docilidad de éstos preceptos se conocerá como “la circuncisión del corazón”  y “la Ley del corazón” pronunciada por Jeremías , como realidad peculiar de un nuevo futuro. Comprendido en esta secuencia profética, la recomendación de Jesús constituye la etapa final de ése largo pedagógico camino de comprensión de la Antigua Alianza, revelando el fundamento y la base de la Nueva: Su sangre y su ejemplo.

La gloria de Dios Padre, en la obra y realización del Hijo se comprende, así como la culminación de la Nueva Alianza y el proyecto del Mandamiento Nuevo que se realiza en el compromiso solidario fraterno que se vive en la Comunidad a la que se pertenece.

También Moisés en la crisis que tuvo por la trascendencia de su tarea y la fragilidad de su pueblo, había pedido “ver la gloria de Dios” como garantía de su misión, pero los designios de Dios dispusieron que fuera en el Hijo donde se manifestara  y lo hizo en su oblación de vida, en el amor, la misericordia y el perdón. Moisés pedía ver la gloria de Dios después de la infidelidad del pueblo; Jesús proclama la revelación de la gloria del Padre, cuando se manifiesta la infidelidad de Judas .

La luz de la infinita fidelidad de Dios resplandece en la oscuridad de la infidelidad de los seres humanos. Por eso el Testamento permanece siempre el mismo: el amor como el de Cristo, que encuentra su certificación en el sacrificio.

La última comunidad

El libro del Apocalipsis describe al final cómo se manifiesta la comunidad de fe  y esa visión ideal definitiva, tiene una carga pedagógica, pues la comunidad de la Iglesia debe manifestar un Dios creíble, por el compromiso del amor, servicio y solidaridad: de los unos para los otros.

La Pasión y Resurrección de Cristo, instauran una nueva lógica de manera que los sufrimientos, contradicciones, penas enfermedad y muerte; se viven, comparten, conllevan dentro de una comunidad de compromiso, amor y solidaridad fraterna.

Conclusiones

El amor de Cristo en la oblación de su pasión, inicia una nueva lógica: amar al hermano, amar al otro no por lo que me da de belleza, riqueza, ciencia, poder, relaciones, etc.; sino por lo que es y desde la mirada de la fe. De hecho, se dice que una familia se define: “Ahí donde tú eres amado, porque ‘eres’, sin adjetivos”. Es decir, sin agregar que vales por el poder, la riqueza, inteligencia, influencia, posición, etc.

El mandamiento de Cristo es nuevo, ¡porque renueva! . No debemos decir: vino y murió por nosotros y nada ha cambiado de la ferocidad humana. Es nuestra aportación de amor, comprensión, misericordia y perdón lo que falta. No nos dejemos condicionar por el mal, sino debemos “vencer el mal, con el bien”.

No debemos perder ni la paciencia, ni la esperanza, recordando que hay trigo y cizaña que crecen, peces buenos y malos en la misma red y es ahí donde debemos “dilatar el corazón”, “sembrar el amor”, dar “testimonio de caridad”.

Para poder vivir Así, debemos nutrirnos cotidianamente con el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía, para que la acción del Espíritu fecunde nuestro corazón.

Si te basas sólo en tus fuerzas habrá rotura y discontinuidad. Sólo la intervención de Dios lleva al éxito y a la realización de los anhelos y esfuerzos de la persona.

Debemos demostrar que “la utopía cristiana”, de ser “hijos de Dios” y “hermanos de Cristo”, es capaz de edificar un mundo nuevo.

Cada persona es tu hermano, pero él no lo sabe, se lo debes informar tú con tu conducta para que esta verdad se haga creíble para él como recomienda el Padre Juan Esquerda: “reaccionar: ¡amando!”.

Se tiene la razón, amando; se vence, amando; se enseña, amando; se dignifica una persona, amándola; se pone en pie a una persona, amándola.

“¡Señor, enséñanos a amar!” Amén.

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