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 Decía Jorge Bucay, psicólogo argentino, que a la muerte hay que asimilarla como a una mudanza, es decir, no como un final sino como un paso, sí, definitivamente hacia lo desconocido, pero no como algo terminante ni absoluto. Las personas que nos van dejando, se mudan, cambian de realidad, pero finalmente nos reencontraremos, o eso me gusta creer.

La enfermedad es otra cosa, por- que hay que vivirla día a día, hay que superarla, comprenderla y aceptarla. La muerte es lo único que todos tenemos seguros desde el día en que nacemos, cada día podría ser el último o no, y así es como debemos vivirlo. Pero cuan- do un diagnóstico te da una fecha exacta o una aproximación, cuando sabes que tu enfermedad te limita y cada día te limitará más, esto te hace enfrentar la fragilidad real de la vida y te enfrenta a la decisión de cómo quieres vivirla.

Aunque en realidad siempre debería ser así, porque la vida nadie la tiene segura y todo lo que tenemos es el aquí y el ahora. Pero viendo a algunas personas enfrentar este momento, podemos aprender a vivir y a extraer de cada día, de cada minuto, todo lo que éste puede darnos.

Mis dos abuelas han sido un ejemplo en mi vida. Una, mi abuelita Cova, que tiene un lugar muy especial en mi corazón, vivió con nosotros los últimos 20 años de su vida porque sufrió una embolia que la dejó paralizada del lado derecho del cuerpo y le impidió volver a hablar. Pero si yo hago un esfuerzo y busco en mis recuerdos, siempre la veo con una mirada de paz y amor. Logró vivir cada uno de estos 20 años dando
amor y disfrutando lo que la vida le daba. A mi otra abuela, Blanca, no la conocí personalmente, pero sí a través de los relatos de mi papá, y del amor con que habla de ella sé que enfrentó con valentía la leucemia que al nal se la llevó.

Hoy veo a una persona muy cercana enfrentar la enfermedad, la disminución de su fuerza, y a cada paso que da siento que lo amo más. Ese héroe de mi infancia que era capaz de derrotar todo ante mis ojos, hoy es un héroe más grande porque me enseña a enfrentar la enfermedad con fortaleza, porque veo en su mirada de dolor la determinación de salir adelante. A veces creemos que los héroes tienen que ser hombres fuer- tes que luchan casi sin despeinarse, pero cuando vemos a un hombre grande de espíritu luchar desde el dolor y no dejarse vencer, cuando ese hombre muestra su fortaleza sabiendo pedir ayuda y mostrando todo el amor con el que siempre ha vivido, entonces sé que es y siempre ha sido mi héroe.

Solo tenemos el aquí y el ahora, aprendamos a sacarle a cada minuto que vivimos lo que éste tiene para darnos, para ser mejores personas, y aprendamos del valor y la fortaleza de los que nos rodean cómo vivir nuestras vidas. Disfrutemos el hoy que es lo que tenemos, vivamos con valor y con alegría cada día que nos toque vivir, buscando en él los milagros que suceden, lo bueno, lo que podemos hacer por los demás, para que el día que nos toque partir podamos irnos tranquilos de que hicimos todo lo que pudimos, que vivimos al máximo cada día y que no dejamos nada pendiente. Vivamos con amor, porque al  final “el amor que das es el amor que recibes”

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