El arte es vida, es la respiración: José Ramón Enríquez

El dramaturgo indica que aunque haya habido historias de censura el arte, ha continuado y ha sobrevivido a los tiranos.

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José Ramón Enríquez comparte su columna “Humanidades” cada martes en la sección editorial “El poder de la pluma” del periódico MILENIO NOVEDADES.
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Respira arte desde el nacimiento. El dramaturgo, actor, poeta, ensayista y crítico de teatro José Ramón Enríquez es parte de la llamada segunda generación del exilio republicano español, educado por el amor a las letras de su padre, el pedagogo Isidoro Enríquez Calleja, y la fe católica de su madre, la maestra universitaria Berta Alcázar.

Actualmente comparte medio siglo de carrera con estudiantes de teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, donde sigue produciendo obras originales montadas para los jóvenes, además de su experiencia y amor por las tablas. 

Nacido en la Ciudad de México, de orígenes españoles, decidió vivir desde hace 15 años en Mérida, lugar desde el cual sigue con su quehacer escénico, dirigiendo, escribiendo, actuando y participando en el grupo Teatro hacia el margen A. C.

“El arte es vida, es la respiración, en todos sus aspectos, la respiración de un país; una nación que no tiene arte, no existiría”, expresa el maestro, concentrando su visión del arte, en el aire creativo que entra renueva y se exhala para mantener el alma de la sociedad.

José Ramón Enríquez, de pluma precisa e ilustrada en las expresiones artísticas, comparte su columna “Humanidades” cada martes en la sección editorial “El poder de la pluma”  del periódico MILENIO NOVEDADES.

Vocación de nacimiento

Al nacer en cuna de profesores, el amor por las letras estaba impreso en su ADN, en su casa se hablaba, se analizaba y disfrutaba la literatura.

“Mi papá era un enamorado de la lengua, en casa lo escuchaba hablar con gente del exilio que nos visitaba, como los poetas León Felipe, Juan Rejano, siempre estaba rodeado de literatura. Me parecía fascinante el teatro y la poesía porque las grandes figuras que fueron para mí definitorias hacían teatro, incluso para mi padre fueron importantes y por lo tanto las heredé: Federico García Lorca, una figura de la República, asesinado, la mitad de su obra es teatro, y Ramón del Valle-Inclán, quien hace teatro, poesía y novela”, recordó. 

Su fe materna, en relación encontrada con las luchas paternas, en su juventud tomaría los caminos de la Teología de la Liberación e ingresaría como cristiano al Partido Comunista Mexicano. 

Al salir de la preparatoria entró a la Compañía de Jesús, donde fue formado por los jesuitas durante poco más de un año. En ese proceso conoció a grandes amigos como el dramaturgo Luis de Tavira, con quien lo une un lazo fraterno.

Posteriormente eligió estudiar  en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, al mismo tiempo ingresó a la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y desde entonces el llamado de teatro fue tan fuerte hasta el grado de convertirse en su proyecto de vida y dejar atrás la carrera que había comenzado. La literatura es parte de su vida desde niño, pero en el teatro primero actuó, debutó en la obra “Caín el hombre”, de Emma Godoy. 

García Lorca y Valle-Inclán, sus modelos

Con Federico García Lorca y Ramón Valle-Inclán como modelos, porque ambos exponentes de la poesía también tuvieron importantes aportaciones al teatro y fueron agentes activos en su momento histórico, José Ramón Enríquez conjuga en su carrera las dos artes y el activismo. 

La década de los 60 marcó su generación y su vida, la revolución ideológica que se desató en aquel momento lo condujo al teatro, reveló que de no haber sido por los episodios de esa época hubiera terminado como maestro de literatura, abogado o en una carrera más tranquila. 

Con la obra de Los albañiles experimentó la censura de aquellos años, en los que no se permitían “malas palabras”, y  pesar de las recomendaciones presentaron la obra sin cortapisas y con un éxito rotundo por el lenguaje tan real que no se acostumbraba en aquellos tiempos. Representó a Sergio García.  

“Escribí una obra al final de los 60, ‘Ritual de estío’, poema dramático que marca mucho este mundo de rompimiento con lo que nos decían los mayores”, apuntó.

Su vida artística lo llevó a España, Francia, a vivir y a estudia, a sumar tablas, crear, escribir. 

Mérida en el mapa de su vida

Tras ganar el Premio “Wilberto Cantón”, en 1986, por la obra “Madre Juana”,  en el teatro “Peón Contreras”, comenzó su relación con Mérida. Frecuentando la ciudad, se enamoró de ella y la eligió como suya, compró una hermosa casona del Centro Histórico y se sumó a la vida cultural desde el primer momento y a pesar de que no pensaba volver a la docencia se integró a la planta de maestros de la recién fundada Escuela Superior de Artes de Yucatán. 

En su casa lo visitaron, a manera de despedida, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, dos figuras de la vida cultural y nacional, cuyos decesos considera como grandes pérdidas para la literatura mexicana.

“El arte es una expresión del ser humano por más que vengan tiranos, aunque haya habido historias de censura, ha continuado y ha sobrevivido a los tiranos. El arte en una cultura es todo. El ser humano por un lado construye un progreso y por el otro se expresa artísticamente”, concluyó. 

Perfil
  • Nació en la Ciudad de México, el 22 de agosto de 1945.
  • Se inició en el teatro como actor, bajo la dirección de Ignacio Retes, en 1967.
  • En su carrera suma: 7 libros de poesía, 15 libros de teatro, dos ensayos, 34 obras suyas llevadas a escena, 10 obras inéditas y sin representar, 8 antologías, crónicas y entrevistas.
  • Ha ganado diversos reconocimientos entre los que destacan: Premio Nacional “Wilberto Cantón”, por “Madre Juana”.
  • Premio “Jacinto Guerrero”, de Madrid, España, por “Alicia”.
  • Premio “Seki Sano”, de la Unión de Críticos y Cronistas de Teatro, como Mejor Director de Escena de 1994.
  • Premio de la Asociación Mexicana de Críticos de Teatro, como Mejor Teatro Estudiantil, por “El maleficio de la mariposa”.

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