Entre periodistas y sacerdotes te veas
Simpáticas anécdotas sobre religiosos que reflejan el burlesco sentido del humor de los yucatecos.
Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En ocasiones, tal y como alguna vez leí, la vida no hay que tomarla tan serio, por eso hoy quiero compartirles algunas notas que literalmente reproduciré, mismas que he encontrado en algunos periódicos y escritos que datan de hace muchas décadas.
El periodista y el Obispo
En el año de 1888, un periodista de esos que por darla de agudos procuran usar chistes pesados se dirigió a un Obispo, que en esos momentos estaba en una reunión:
-Ilustrísimo señor, ¿podrá vuestra señoría decirme la diferencia entre un Obispo y un asno?
El prelado, con la prudencia de un hombre de mundo, quedó pensativo buscando una respuesta ante el impertinente.
-Me doy por vencido, amigo mío, servíos indicarme la solución al problema.
-Muy sencillo, por cierto, el Obispo lleva la cruz en el pecho y el burro la tiene en las espaldas.
-Bien dijo el Obispo, mi turno de preguntar ha llegado.
-¿Podría usted decirme la diferencia que hay entre un periodista burlón y un asno?
A su vez, el periodista pensó, meditó se devanó los sesos y dijo también.
-No la encuentro, Illmo señor
-Ni yo tampoco, replicó gravemente el prelado
-El narrador dice que después de ese chiste se vio al periodista y el Obispo juntos sorbiendo en sana paz una taza de chocolate.
La Linterna del ciego
En el mismo año de 1888, en una noche lóbrega de invierno, un ciego iba por un callejón del barrio de San Cristóbal, provisto de una magnífica linterna.
-¿Para qué te sirve la luz si eres ciego? Le dijo el sacerdote que pasaba a tiempo.
-La luz me sirve para evitar que me atropellen los que tienen vista.
El Obispo y el sacerdote
Por su parte, el Dr. Eduardo Urzaiz nos narra una curiosa anécdota, que creo que dibuja el burlesco sentido de humor del yucateco.
En cierta ocasión, un sacerdote gachupín se la acercó al entonces Obispo el Dr. Leandro Rodríguez de la Gala -quién es recordado como hombre virtuoso-, y le dijo:
-Le presento a mi sobrina recién llegada de la península.
Por lo que el Obispo contestó.
-¡Bueno, bueno¡ ¡muy guapa¡ -repuso el prelado, para luego añadir.
-Solo que acá les llamamos comadres.
Ahhh, y por cierto, hay una anécdota de padrecitos buenísima, pero esa ya la leerán en mi próximo libro de “Anécdotas de las cantinas de Mérida” que saldrá en abril. ¡Salud¡ Mi correo es [email protected] y twitter @sergiogrosjean.