El Ilustrador: China compra la Península de Yucatán

Con la entrada del Dragon Mart, Yucatán podría convertirse muy pronto en una enorme bodega distribuidora de las empresas chinas.

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El Dragon Mart arruinaría a infinidad de empresas yucatecas y nacionales. (Theani Ruz/SIPSE)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Como se dice, bajita la mano y como que no quiere la cosa, a este ritmo, la Península de Yucatán podría convertirse muy pronto en una enorme bodega distribuidora de las empresas chinas.

Entrando en materia, muchos estamos atónitos ante la patidifusa acción de nuestras cámaras empresariales, colegios de profesionistas, diputados e incluso parte de la copiosa población que no ha sido informada de esta grave situación.

Me refiero al megaproyecto que se pretende edificar en Quintana Roo: un morrocotudo centro de comercio donde se venderán únicamente productos chinos que se distribuirían a toda América Latina, denominado Dragon Mart.

Se planea que en un terreno de casi 600 hectáreas vivan miles de inmigrantes chinos que vendrán a “salto de mata” del otro lado del planeta a vivir en ese enorme complejo comercial-habitacional, mismo que, sin duda, arruinaría a infinidad de empresas yucatecas y nacionales, desde los zapateros de Ticul y negocios familiares que se dedican a la costura y cosecha, hasta grandes empresas que fabrican todo tipo de artilugios.

Ahí encontraríamos, sin duda, las guayaberas, chile habanero y nance en “almíbar”, producido en esa lejana tierra.

No podemos competir contra la nación asiática, pues mientras un empresario mexicano tiene que sufragar sueldos, impuestos, Seguro Social y otras prestaciones, los chinos le pagan a su gente una bicoca, y hasta se asegura que hay trabajo “esclavo” en ese país.

A esto puedo agregarle que esa nación hace casi caso omiso a los tratados internacionales para el cuidado del medio ambiente debido a que eso elevaría sus costos de producción.

Y hablando del medio ambiente, el ecocidio que generarán sus inmuebles será de proporciones catastróficas, pues además de deforestar un enorme territorio, la contaminación que producirá desembocará directamente al manto freático y luego concluirá su trayecto en el maravilloso Mar Caribe, mismo que ha cimentado la economía del vecino estado.

Alguna vez, Napoleón Bonaparte dijo: “No despierten al gigante dormido”. Y ahora digo: “Los mexicanos seguimos durmiendo ante este gigante que ha despertado”.

Es animante que organizaciones como la de Jean-Michel Costeau, a través de su director para Latinoamérica, Rubén Arvizu, envíen a nuestras autoridades una alerta debido a las graves consecuencias que traería consigo la llegada de esa demoledora vitrina de ventas.

¿Será posible que nuestras cámaras empresariales, colegios de profesionistas, diputados y hasta el mismo Gobierno del Estado se queden tan tranquilos como si nada pasara?

¿Usted cree que ese negocio operará tan lindo como dicen?, ya que incluso –afirman- será un simple centro de negocios para que la gente realice sus pedidos en esta parte de América en vez de tener que ir a China a hacerlo, y nos lo han querido colorear tan bonito que incluso aseveran que será beneficioso para la Península.

Experiencia vivida

¡Señores, esto es un grave error! Y se los pongo de manera muy sencilla. Los famosos “todo incluido” de la Riviera Maya han acabado con la ciudad de Cancún, pues los turistas no salen de sus hoteles ni a respirar el aroma de los manglares y la derrama económica es exclusiva para los propietarios de los complejos. Hoy, Cancún es un pueblo fantasma.

Pero hagamos un lado al vecino estado y aterricemos en Mérida. ¿Ha observado  cuántos restaurantes orientales operados por ciudadanos asiáticos se han creado en la última década?

¿Se ha preguntado la razón? La respuesta es simple: hace poco más de diez años, el entonces gobernador Víctor Cervera Pacheco, ante la grave situación que aquejaba al país y estado, atrajo la atención de maquiladoras –muchas con capitales asiáticos- con la noble intensión de crear fuentes de empleo.

Pero era bola cantada, pues muchos sabíamos que permanecerían poco tiempo en nuestro estado ya que el modus operandi de esas empresas así es y la predicción se cumplió, pues los pocos asiáticos que vinieron, al cerrar su centro de trabajo, decidieron quedarse y hacer negocios.

Es así, que ahora, los restaurantes de comida china son casi una plaga en Yucatán. Que quede claro, no estoy en contra de estas personas, pues hay que reconocer que son muy trabajadoras y también merecen un mejor futuro. Pero no se vale que los mayas sean desplazados por ciudadanos que vienen del otro extremo del planeta y a quienes les otorgan mejores facilidades que a los mismos yucatecos.

¿De qué nos sirve crear tantos festivales de la cultura maya si no tenemos la capacidad de garantizar su pan de cada día?

Y para finalizar, me da gusto en esta ocasión reconocer que nuestro estimado Roberto Rodríguez Asaf –“Bob el Constructor”, como es conocido en su natal Izamal- es un político que ha sabido cumplir con su palabra y lo felicito, esperando que sea ejemplo de otros, siendo este un caso atípico de los burócratas que han ocupado el Palacio de Gobierno en la última década.

Y ojalá esta actitud sea un signo del verdadero cambio que requiere nuestro Yucatán. Felicidades. ¡Por los calzones de Confucio!

Mi correo es [email protected]
 

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