El Ilustrador: En memoria de Don Chito Cetina

Don Teófilo Cetina Rosales, quien falleció ayer domingo, además de ser una institución en la radio yucateca, fue diputado y restaurantero enamorado de Progreso.

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Sergio Grosjean (i) con Chito Cetina. (Cortesía)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Tuve la extraordinaria fortuna de convivir con un buen amigo que el domingo partió y con ello sé que una nueva luz en el cielo nos ilumina. Este gran hombre, con quien a pesar de tener una notable diferencia de edad tuve la suerte de hablar el mismo idioma y pasar momentos inolvidables, en los que además de divertirme capitalicé sinnúmero de enseñanzas. Al personaje al que hago referencia es a nuestro entrañable Don Teófilo Cetina Rosales, a quien de cariño le llamábamos Don “Chito” Cetina

Además de ser una institución en la radio en Yucatán por décadas, fue un hombre prolífico ya que también fue diputado (de los buenos), restaurantero y tuvo el mérito de recibir varios reconocimientos en Mérida y en su natal Progreso, sitio al que siempre amó y constantemente recordaba en nuestras productivas tertulias. 

Mucha de su inagotable trayectoria en la locución en Yucatán la leeremos en las primeras planas de la prensa. Maravillosas crónicas escucharemos en las cabinas de la radio y sinnúmero de imágenes nos hablarán de su talento cómo locutor, y es por ello que quiero hacer referencia a una etapa de la vida de nuestro querido amigo que no muchos conocen.

Introductor del pescado congelado

Don Chito era un versado de la sazón de la costa yucateca, y gracias a su conocimiento, visión y tenacidad logró introducir, por primera vez en la historia para su comercialización a la ciudad de Mérida, el pescado congelado. Increíble pero cierto, pues nos narraba que en los años sesentas mucha gente que quería comer pescado tenía que ir al puerto de Progreso a adquirirlo, ya que en la ciudad sólo se podía comprar en la madrugada en el mercado grande y es por eso que si para tu mala suerte “se te pegaban las sábanas” y llegabas tarde, seguro ya no encontrarías ni las más pequeña sardina debido a que mucha gente esperaba la hora de su arribo.

Es así, que en ese caso, “tenías que agarrar tus chivas” y hacer el viaje en la estrecha carretera hasta la costa. Es por eso que ante la carencia de este importante producto en la capital yucateca, decidió montar el primer negocio de la ciudad de pescado congelado que se ubicó en la calle 60 por 49 y 51 que se llamó Tepepan. 

Allá, además de venderlo en congelación, también innovó la venta de diversos platillos con su sazón, y esto aparte de generarle algunas utilidades extras era una prueba para que la gente paladeara que el sabor no se perdía tal y como algunos argumentaban. Y allá residió su éxito. Era tal el temor que tenía la población en general de comer pescado congelado por aquellos tiempos que incluso, en un principio, hubo que regalar comida y muchas personas lo sabían, al grado de que iban a comer gratis.

Sin que las historias se me agoten más que el espacio de esta redacción, en este ambiente restaurantero Don Chito, aunque nunca se le ha reconocido, fue uno de los artífices de la creación de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) en el Estado y ojalá, aunque de manera póstuma, pronto se le reconozca. 

Mi estimado Chito, desde este mundo terrenal te enviamos un fuerte abrazo hasta la gloria. ¡Por las enaguas de los pescadillos! 

Mi correo es [email protected] y twitter: @sergiogrosjean

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