Los cenotes: fuentes de vida en Yucatán

Desde tiempos inmemoriales el agua se sitúa en el centro de numerosas religiones y utilizada en sencillos y/o complejos rituales.

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La imagen corresponde al cenote Balmil cuando todavía no se vislumbraba convertirlo en parador turístico. Por fortuna, su propietario Doroteo Hau siguió las sugerencias de la Seduma y amigos preocupados por el medio ambiente, convirtiendo este sitio en un lugar que respeta su esencia. (Sergio Grosjean/SIPSE)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Cuando presenté mi libro “Secretos de los cenotes de Yucatán” en el año 2013, lo hice con el  objetivo de relatar experiencias y acontecimientos desarrollados en torno a estas cavidades para luego advertir que el panorama era desalentador en caso de no tomar las medidas pertinentes en cuanto a su cuidado y sus contenidos (agua, flora, fauna y vestigios arqueológicos).

Años antes intenté concientizar a burócratas y políticos con respecto a la importancia de aplicar  proyectos sustentables en las cuevas y cenotes, ya que la propuesta nos pondría en los reflectores del planeta como un estado con una industria sin chimeneas y, con ello, coadyuvar en la preservación de nuestro medio ambiente y garantizar la conservación de nuestros recursos naturales, además de proporcionar fuentes de empleos constantes a miles de personas y nos garantizaría la protección de hallazgos arqueológicos y paleontológicos que habían deslumbrando al mundo, además de preservar nuestro más preciado tesoro: el agua.

Por desgracia, casi todo fue infértil y sucedió lo que esperaba: se acrecentó la contaminación y saqueo. Al decir que fue casi todo infértil es porque al menos me percaté que también podía parecer bicho raro ya que algunos burócratas así me miraron.

Hoy, esta administración ha aportado algunos recursos para la creación de infraestructura turística en los cenotes de Yucatán, situación que considero buena pero, por desgracia, se está relegando la parte medular: la capacitación. Los paradores turísticos a los que se les ha inyectando capitales deberían traer efectos positivos, pero corren el riesgo de ser eclipsados por los mismos operadores, pues los nóveles “turisteros” son campesinos o amas de casa, no empresari@s, y menos aún de un ramo tan delicado como el turístico. 

Naturalmente, estos paradores en caso de no desarrollarlos de manera sustentable -ecológico, social y económico- pueden afectar desde el mismo recurso hídrico como lo es el agua hasta crear una pésima imagen de Yucatán ante el mundo debido a un servicio mediocre, e incluso agresivo como por desgracia ya está sucediendo en Homún. 

Proyecto en anarquía

Hace un par de años, el entonces diputado Dafne LópezMartínez tuvo la buena idea –apoyada por el Gobierno del Estado y ayuntamiento de Homún- de direccionar recursos para capacitar y certificar por medio de la Secretaría de Turismo federal a unos 30 guías de naturaleza, quienes luego de concluir su adiestramiento recibieron equipamiento individual y profesional. 

En esa época, la Seduma también creó la reserva hidrogeológica del estado y el diputado impulsó la alianza intermunicipal y la promoción turística de su distrito que fue precisamente cuando comenzó a emerger Homún como un importante destino de cenotes.

Por desgracia, luego de los cambios políticos, el proyecto se desatendió y hoy existe una total anarquía, pues a pesar que una buena parte de los guías comunitarios son personas honestas y responsables, otros se han salido del huacal y han hecho de esta actividad un verdadero desastre llegando a cobrarles a los turistas tarifas sorprendentes. 

Así que mucho ojo, señor Alcalde y Secretario de turismo, pues en un descuido les revienta en las manos la bomba que ya trae mecha encendida. Estamos a tiempo de apagarla y revertir la situación que ya se proyecta. 

Ejemplos positivos como el cenote Balmil o Santa Cruz -Homún- se deben imitar, ya que además de cuidar el agua, también se efectúan ceremonias ancestrales que rememoran ese grandioso pasado cultural que, igualmente, atrae turismo responsable. 

Agua pura

Desde tiempos inmemoriales el agua se sitúa en el centro de numerosas religiones y utilizada en sencillos y/o complejos rituales; fuente de inspiración para el arte y representada a través del teatro,  música, pintura, literatura, cine, etc. Yucatán no es ajeno a ello. Sin duda, los paradores pueden coadyuvar a preservar diversas prácticas indígenas y, a su vez, salvaguardar el agua ya que los pobladores, al basar su economía en ella, la cuidarán al igual que el entorno pues ahora ya saben que de allá proviene su agua y la vida.

Hace unas semanas, me llamaron propietarios de cenotes de Homún para comentarme que estaban preocupados porque se enteraron que se construiría una granja de cerdos a unos kilómetros y temían que contaminen el agua, pues esta afectaría sus cenotes. Imagínense que este ejemplo se replique. 

Además, un cenote bien administrado garantiza la ausencia de contaminantes físicos como botellas, latas, o plásticos, o de otro tipo como bronceadores, bloqueadores, incluso más agresivos como pesticidas y fertilizantes aplicados en zonas aledañas,  coadyuvando con ello a preservar la pureza de su agua, a diferencia de un parador donde entre sus administradores reina la inconsciencia convirtiendo un oasis de vida en un foco de infección como ha sucedido en varios sitios. 

Mi correo es [email protected] y twitter: @sergiogrosjean

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