¡Qué onda con el INAH!

Mayapán, que a veces está un poco olvidado o no tan promocionado, resultó ser la joya de corona.

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Mientras que en la zona arqueológica de Dzibilchaltún hay matorrales por doquier y saltan los bichos que atacan a los taxistas de Uber, en Mayapán (en la imagen) las cosas son totalmente diferentes. Bien cuidado el sitio, limpio y ejemplar. Hasta parece que el INAH allí sí cumple su trabajo. (Sergio Grosjean/SIPSE)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En esta ocasión, les quiero compartir algunas experiencias que viví en compañía de nuestro  gran colega Alejandro Vázquez que nos visita desde Baja California Sur. Según me narra, en la otra península del país (Baja California ) existen los mejores sitios de arte rupestre de América, ya que sólo en Baja California Sur se han registrado 700 sitios con arte milenario y antigüedad  de más de 7 mil años.

Nuestro colega y amigo, además de destacado productor y explorador de cenotes, es también sensible admirador de la cultura maya  y es por ello que organizó su viaje en estas fechas con la intención de coincidir con el fenómeno arqueo-astronómico que tenemos la fortuna de observar en nuestras tierras. 

La primera escala de esta gira fue Chichén Itzá. Llegamos a buen tiempo para esperar la bajada de Kukulcán, pero al tiempo que esto ocurría, sospecho que lo que más atrajo su atención fue el mercado de artesanías que hay en el interior de la zona arqueológica. Se espantó del impacto visual que pueden estar ejerciendo los cientos de puestos ambulantes que hay en el interior de esta antigua urbe maya. Comentó que es el primer sitio arqueológico administrado por el INAH donde ve este desagradable espectáculo.

Por fin llegó la hora del arribo de Kukulcán, pero Chaac nos tenía preparado otro espectáculo con nubes y lluvia, de tal magnitud, que opacó el descenso de mítica serpiente.

Más desilusiones

Al día siguiente y para seguir el recorrido, mi colega se levantó muy temprano para acudir a Dzibilchaltún y visualizar el paso del astro rey a través la estructura denominada “La Casa de las Siete Muñecas”. 

Gran desilusión se llevó nuestro amigo cuando se enteró en las puertas de la zona arqueológica de Dzibilchaltún que la dirección del INAH había decidido, de buenas a primeras, cancelar el acceso al público para admirar este singular evento que tanta fama le ha dado al sitio. Impresionante, ya que el INAH siempre requiere recursos y en ese día que asisten cientos de personas que pagan, simplemente cerró la reja. 

Desilusionado, debido a que  había viajado más de 3 mil kilómetros para admirar este fenómeno, se quedaba con otro amargo sabor de boca.

Para amainar la situación, decidí acompañarlo más tarde de regreso a Dzibilchaltún, ya que lo convencí que valía la pena recorrerlo. De entrada y ampliando el desencanto que le había causado Chichén Itzá,  al caminar podíamos observar cientos de metros de gran maleza que rodea y devora a las diferentes estructuras, además de obstruir los caminos marcados. De broma, comentó que si el sitio aún se encontraba en exploración, pues esa sensación daba.

Sn duda, es una vergüenza el estado en el que lo tienen y me pregunto para qué le pagan a un director o delegado (llámese Eduardo López Calzada) de quienes dudo que hayan caminado unos metros del sitio. Las estructuras tienen más que plantas que árboles. 

La joya de la corona

Finalmente, y para cerrar su recorrido por tres zona arqueológicas de nuestro estado, decidimos probar suerte en Mayapán.

Al llegar, la sensación fue totalmente opuesta, ya que se encuentra en excelente estado de  conservación por lo que el impacto fue contundente. Mayapán, que a veces está un poco olvidado o no tan promocionado, resultó ser la joya de corona.  

Quién iba a decir que Mayapán opacaría unas visitas en Chichén Itzá o Dzibilchaltún, y estos hechos me hacen reflexionar acerca de qué realmente está sucediendo en el INAH, delegación Yucatán.

Finalmente, mi reconocimiento a la excelente labor de los custodios Román Chan Chi, de Dzibilchaltún, y Bertoldo Uc Canché, de Mayapán, por el ejemplar trabajo que desempeñan en sus respectivos sitios. Ellos cambiaron ese pésimo sabor de boca. 

Mi correo es [email protected] y Twitter: @sergiogrosjean.

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