Mujeres y Cantinas de Mérida

Antes se respetaba la intimidad varonil y por eso había en la puerta de muchas cantinas un letrero que citaba: no se aceptan mujeres y/o uniformados.

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Una antigua, pero muy antigua cantina que existió por el Centro Histórico de Mérida; por supuesto, sólo se admitía a varones. (Sergio Grosjean/SIPSE)
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Sergio Grosjean/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- En mi nuevo libro “Anécdotas de las Cantinas de Mérida”, publicado hace unos días, relato que a lo largo de la historia mucho se ha hablado de estos sitios en la capital yucateca; sin embargo, pocos se han detenido a analizar, allí, el papel de las mujeres. Esto tiene una explicación bastante sencilla: las mujeres no asistían a las cantinas, pues estaba estrictamente prohibido su acceso, a excepción de las cocineras y, en algunos casos, las llamadas ficheras.

A lo largo de la historia de Yucatán, las mujeres nunca han tenido lugar participativo en estos abrevaderos y esto es tan fácil de comprobar simplemente yendo a un pueblo y observar que son sitios exclusivos de varones, a diferencia del presente donde muchas cantinas en Mérida están cambiando su esencia y  concepto, dentro de los cuales las mujeres tienen ya un espacio.

En últimas fechas, mucho se ha hablado que si las mujeres deben o no entrar a ellas. Partamos del punto primordial y de la definición del término. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), una de las acepciones del término “Cantina” señala que es un establecimiento público que forma parte de una instalación más amplia y en el que se venden bebidas y algunos comestibles. 

Por otro lado, la misma RAE cita que “Bar” es el local en el que se despachan bebidas que suelen tomarse de pie, ante el mostrador. Cierto al caso, es que ninguno de los conceptos especifica que son exclusivos de hombres. Pero tradicionalmente, en Yucatán, a las mujeres nunca se les permitió el acceso y lo más importante, es que a ellas nunca les interesó adentrase a este mundo más que sólo para pedir les llevaran botana a su casa.

Exquisiteces incluidas

Nos relata Pepe Peraza en el libro que le contaban las veteranas del barrio que estaba rigurosamente prohibida la entrada a mujeres a las cantinas, y que su bisabuela y las vecinas pedían cerveza de barril a la cantina de la esquina, y se la llevaban en una jarra, es decir, servicio a domicilio. Era costumbre en el rumbo que cuando recibían visitas, en vez de comprar cervezas en la tienda preferían ir al sitio a comprarlas, pues incluía las exquisiteces del sitio, tal y como chicharra, pepino, oreja, ceviche con salsa cátsup y otros finos manjares botaneros.

En el presente, en el que probablemente existe el mismo número de personas provenientes de otros estados y países -en comparación de los meridanos- que ya radican en nuestra capital, la tradición ha cambiado, posiblemente por esa influencia y por la misma globalización. Desde mi perspectiva, la cantina debe ser un sitio exclusivo para los hombres y el concepto de bar debe ser mixto, tal y como lo fue por décadas en Yucatán. Existe un concepto tradicional en el estado llamado restaurante-bar familiar como El Tucho o el Bar Poniente, donde la familia puede asistir y comer botanas; o bares como podría ser Real 70, El Campeche, Morgan’s, El Pico de Orizaba o El Marinero, donde asisten hombres y mujeres pero los niños no deben entrar a diferencia del anterior concepto.

Pero existen otros sitios a los que llamamos cantinas que definitivamente una mujer no puede entrar. Personas como el que suscribe preferimos asistir con los amigos a las escasas cantinas que quedan porque podemos hablar libremente sin tener el pendiente que haya alguna dama que pueda sentirse ofendida por lo expresado o un valiente que salga en defensa de la honra femenina. Señalando abruptamente: ¡por favor, no insulte, no ve que hay una dama presente!

De la misma forma, nunca faltan los saraguatos, quienes después de ingerir su dosis de alipús, sienten que las miradas femeninas están en pos de su arrogante figura y como bien exponía el buen Ramón Triay: “estos compañeros de parranda son muy aburridos pues pasan la fiesta dándose cuerda solos y no saben cuál fue el tema del día”.

Acto íntimo

Decía nuestro colega Alberto Hagar González que beber en la barra de una cantina es un acto tan íntimo como ir al baño. Entonces, si estos amigos se segregan para proteger la intimidad de los sexos, la razón para no admitir mujeres en una cantina es para proteger la intimidad de los pensamientos de los hombres. Los varones tienen un pudor mental por eso en ocasiones hay que separarlos.

Nuestro cofrade Armando López Manrique nos recuerda que antes se respetaba esta intimidad varonil y por eso había en la puerta de muchas cantinas un letrero que citaba: no se aceptan mujeres y/o uniformados. Entonces, finalmente, creo que también debería haber espacios por género y, por consiguiente, tampoco estaría mal crear un concepto exclusivo para mujeres donde también se sientan libres. 

Mi correo es [email protected] y twitter @sergiogrosjean.

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