Si pudiese fotografiar cada imagen, cada momento e incluso sentimiento de los que a diario vivo en este lugar, pues aquí donde me encuentro, una zona rural, haciendo mi servicio social, se vive lo que verdaderamente es México, lo que en realidad ocurre en la mayoría de la población, lo que son realmente nuestras costumbres y tradiciones, lo que hierve el alma hasta explotar de alegría, donde el servicio es un factor clave de supervivencia y los chismes un estilo de vida.

Esto es México, el que tiene un fogón en el patio como mejor aliado a la hora de comer y donde compartir el alimento es para ellos una bendición. Vivo en el México al que no le preocupa la crisis económica porque ni se enteran de ella, pues de por sí son felices con las gallinas en el patio, las tortillas y con el pavo que ya engordan para Navidad. Aquí unos con inocencia miran cómo un camión llega a la hacienda con unas cuantas tortas invitándolos a partir hacia la ciudad a dar el grito, mientras otros prefieren quedarse en el pueblo para reventar voladores, romper la piñata y comerse unos ricos tamales que la chichí enterró desde la mañana.

Aquí despierta a diario mi México, el que es rico en naturaleza y en fauna, con una población que la acepta y convive con ella al grado que su despertador es el gallo del patio y su medio de comunicación las voces, pues la señal de celular no llega. Aquí los domingos son de familia, de disfrutar a los abuelos y de salir por las tardes a jugar kimbomba, sí, kimbomba. Así es el verdadero México, el mágico, por el que vale la pena gritar, el que no conocemos porque somos turistas que vivimos en la ciudad atrapados en el tránsito, en nuestra burbuja.