Yucatán vive 'fiebre de oro' con su pepino de mar (video)

La especie, puesta en veda permanente, es una delicia en China; de feo aspecto, genera riqueza que poco a poco se mata.

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Muchos han muerto por aventurarse, sin adiestramiento, a la captura de la especie. (SIPSE)
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Víctor Hugo Michel/Milenio
DZILAM DE BRAVO, Yucatán.- A primera vista, sería difícil adivinar que alguien estaría dispuesto a morir de forma espantosa, en medio de los peores dolores, por este animal. No parece lógico asumir que una persona en su sano juicio arriesgaría su vida por ese tubo viscoso, un gusano de 30 centímetros que, visto bien, tiene mucho parecido con un camote.

Pocos podrían imaginar que ese animal, que de lejos se asemeja a un cilindro repleto de forúnculos y que de cerca tiene un punzante olor a pescado, sería motivo de disputa, muerte y tragedia. Pero lo es en Yucatán. Desde hace tres años es el blanco de un delirio que tiene a la península de cabeza. Que ha sumido a más de 80 familias de buzos y pescadores en el luto. Y ha atraído al crimen organizado a una de las entidades más tranquilas del país.

(De hecho, el pasado lunes en Mérida decenas de pescadores realizaron una protesta contra la veda permanente del pepino de mar, que en maya es conocido como "keb").

Sorprendentemente, es un animal que ha puesto a la Marina Armada de México en estado de alerta táctica y que ha obligado al Estado Mayor Naval a enviar más lanchas interceptoras a Yucatán, además de montar retenes carreteros. Ni se digan las amenazas recibidas por inspectores pesqueros de la Secretaría de Agricultura: biólogos y oceanógrafos que han sido acusados de vender permisos para su pesca al mejor postor.

“No sabíamos lo que valía y su utilidad hasta que se descubrió que en los mercados asiáticos tenía un alto precio. Ahí empieza un frenesí”, reconoce Felipe Cervera, secretario de Desarrollo Rural. Se refiere al holoturia floridana e isostichopus badionotus. Equinodermos a los que los españoles llaman desdeñosamente carajos de mar y a los que en México simplemente se les dice pepino de mar. Animalitos ambos que por años han descansado en el fondo del Caribe sin que se les moleste porque nadie, en el país, querría comerlo por su poco atractiva —algunos dirán hasta repelente— apariencia.

De Yucatán a China

Llegó el ascenso de China y el de los paladares de sus nuevos millonarios: la holoturia y el isostichopus son ingredientes esenciales en la cocina típica de la provincia de Shandong, donde se considera un manjar de reyes. En restaurantes de lujo un solo ejemplar llega a venderse entre mil y 2 mil pesos. Según el documental “El encanto del pepino de mar” de Televisión China, el restaurante Fengzeyuan de Pekín ganó en 2009 el equivalente a 20 mdp por su afamado estofado con pepino y cebolleta.

También es empleado como medicamento por sus capacidades curativas de problemas renales, hepáticos, de debilidad de la sangre, incontinencia urinaria, estreñimiento e impotencia.

Pero las fuentes tradicionales de pepino para China se han secado: las pesquerías de su costa, además de las de Indonesia y Filipinas, muestran descensos alarmantes en su producción debido al crecimiento exponencial de consumidores. De ahí, la búsqueda de un nuevo abastecedor. Papel que cientos de pescadores en Yucatán han comenzado a cumplir —legal e ilegalmente— desde hace tres años.

Veda permanente

Con un mercado gigante y ganancias correspondientes del otro lado del Pacífico, hoy el pepino de mar es objeto de una descontrolada pesca en las costas yucatecas, donde está al borde de la extinción, de acuerdo al Instituto Nacional para la Pesca (Inapesca), que apenas el viernes de la semana pasada —justo el mismo día que tendría que haberse abierto la temporada de captura— decretó una veda permanente para su explotación, en tanto se recuperan los stocks.

“Si no imponíamos la veda, prácticamente este año habría sido catastrófico para este recurso”, advirtió el doctor Álvaro Hernández Flores, director del Centro Regional de Investigación Pesquera de Inapesca en Yucalpetén. En 2009, “teníamos monitoreados algunos bancos (…) de alrededor de 18 mil toneladas. En nuestra última última evaluación, en 2012, teníamos mil 800. Es una reducción de 90 por ciento en solo tres años”.

En esa reducción ha jugado un papel central la depredación de la especie. Junto con la poca vigilancia, es sumamente fácil de pescar, debido a su poca movilidad y tendencia a agruparse en lo que se conoce como “manadas” en el fondo del mar. Hay pescadores que han llegado a equiparar su captura con algo tan sencillo como simplemente extender la mano y tomar oro.

“Gano 7 mil pesos diarios pescándolo”, dice Emir, un pescador de Dzilam de Bravo que en el pasado ha trabajado con las flotas pesqueras de Progreso en la extracción del pepino. “Aquí todos queremos entrarle para sacar dinero”.

La temporada legal de pesca es corta: de apenas cuatro semanas. La ilegal dura todo el año: el precio de venta es tan elevado que ha alentado la aparición de pescadores ilícitos. Como si se trata- se de droga, embarques enteros son decomisados todas las semanas por la Marina, Inapesca y la Secretaría de Seguridad Pública de Yucatán.

Como si fuera droga

Según datos obtenidos por MILENIO vía la Ley Estatal de Transparencia, 33 personas han sido detenidas por la policía estatal desde 2009 por tráfico de pepino de mar. Hay eventos que, en todo concepto, parecen extraídos de los anales del narcotráfico: en 2011, quince toneladas fueron robadas por un comando armado de una empresa congeladora. Retenes, comandados por inspectores federales de Inapesca y con Infantes de Marina armados apoyándoles, han sido instalados a lo largo de toda la costa.

“La pesca ilícita del pepino de mar hoy en día ha trascendido y escalado de tal manera que afecta los campos social y económico, ya que es un producto con alta demanda en los mercados asiáticos que reditúa ingresos económicos elevados para aquellos que se dedican a este ilícito”, sostiene la IX región naval de la Marina, a la que ha tocado encabezar el combate al fenómeno.

Inapesca asegura que, debido a las amenazas recibidas por parte de pescadores e integrantes del crimen organizado, debió suspender 50 por ciento de sus investigaciones en Yucatán el año pasado.

Prácticamente agotado

La decisión de cancelar la temporada este año cayó particularmente mal en Dzilam de Bravo. Este pueblo es el último reducto de pepino de mar que queda en la costa de Yucatán al haberse prácticamente agotado los bancos cercanos a Progreso, Celestún y el límite con Campeche. Por dos años, sus pescadores esperaron a recibir los permisos federales para sumarse a la jauja y explotar el recurso.

Los permisos —de los que se acusa ha habido un tráfico ilícito— nunca llegaron. Los que sí arribaron fueron pescadores de Progreso, que comenzaron a entrometerse en “aguas de Dzilam” y a explotar, fuera de norma y de temporada, el pepino. La situación devino en crisis: los pobladores de Dzilam se organizaron en patrullas ciudadanas que ahora recorren el mar en busca de piratas. Hace dos semanas capturaron una lancha. La incendiaron.

“De algo tenemos que comer y por eso todos hemos puesto nuestra esperanza en ese animalito”, dice Everardo, un buzo del pueblo. “En dos semanas, va a ver que todos se van a estar lanzando al mar, con veda o sin veda.”

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