'En la fidelidad a Jesucristo esperamos las promesas de vida eterna'

Sólo aquel que se cierre al amor de Dios y al amor del prójimo será consumido sin esperanza alguna.

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Los que se han mantenido fieles, recibirán la protección divina, y comenzará para ellos una nueva etapa, marcada por la felicidad y la salvación. (forosdelavirgen.org)
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XXXIII Domingo Ordinario
Mal 3, 19-20; Sal 97; 2Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19

I. Malaquías 3, 19-20

El profeta Malaquías, vivió en el siglo V a.C., después del exilio de Babilonia, en el tiempo de la reconstrucción del judaísmo liderada por Esdras y Nehemías. Malaquías canta la grandeza del amor de Dios que ha escogido y ayudado a Israel, y denuncia con energía las actitudes de los que no viven de acuerdo con la alianza hecha con Dios, comenzando por los sacerdotes de Jerusalén.

Con la imagen clásica del fuego, se anuncia que los injustos serán probados duramente. Los que se han mantenido fieles, en cambio, recibirán la protección divina, y comenzará para ellos una nueva etapa, marcada por la felicidad y la salvación.

Sólo aquel que se cierre al amor de Dios y al amor del prójimo será consumido sin esperanza alguna. Que nosotros no seamos responsables de tal desgracia a causa de nuestras flojeras o miedos que pudiesen llevarnos a encerrar debajo de nuestros temores o comodidades personales la luz que Dios nos ha confiado.

II. Sal 97

Que todo y todos alabemos al Señor, no sólo con la música de instrumentos, sino entonando un nuevo cántico nacido del corazón.

Ese cántico que elevamos al Señor no es sólo con la voz, sino de un modo especial con nuestras buenas obras, que brotan de un corazón que ha sido Renovado en Cristo Jesús.

Abramos, sin temor, las puertas de nuestra vida al Redentor, que día a día se acerca a nosotros como Salvador, y como Aquel que ha de Reinar en nosotros.

III. 2 Tesalonicenses 3, 7-12

La situación que se presupone es la de un grupo de cristianos que viven sin hacer nada y se meten en todo. Parece que este fenómeno tiene que ponerse en relación con el grupo de gente que esperaban la llegada inmediata del Señor, y pensaban, por lo tanto, que las realidades presentes ya habían perdido sentido y era inútil continuar trabajando por las cosas de este mundo; se trataría en este caso de una forma de abandonar el compromiso presente y de enviar todas las soluciones al futuro. 

Es así, como el autor, por un lado, se dirige directamente a los que viven sin hacer nada y los exhorta a trabajar como todos. Y a la vez, dice que la comunidad debe apartarse de los que no actúan correctamente, pero procurando siempre corregirlos con una actitud de hermanos. La corrección fraterna debe de hacerse con delicadeza, pero a la vez con toda la energía, sin complacencias.

De manera que tenemos que vivir con la mirada firme en la esperanza de que el Reino de Dios está aquí y ahora en medio de nosotros. No dejemos que los criterios del mundo de una cultura de muerte nos invadan con actitudes desoladoras. La Persona de Cristo es nuestra única esperanza.

IV. Lucas 21, 5-19

Una de las características principales de la redacción lucana, es la insistencia en el tiempo que debe transcurrir hasta el fin de la historia humana. Los creyentes no deben inquietarse ni dejarse engañar por personas, ni por signos que aparentemente anuncien la proximidad del fin. El evangelista tiene ciertamente presente las persecuciones que sufren las comunidades cristianas cuando él escribe su evangelio. 

Ante esta situación, remarca que la actitud adecuada es la perseverancia. La fidelidad a Jesús debe ser total y permanente, con la seguridad de que su ayuda no faltará.

Pongámonos siempre en manos del Señor, para que no nosotros, sino Él sea quien realice su obra de salvación por medio nuestro. Sólo así la acción evangelizadora y pastoral de la Iglesia tendrá la suficiente fuerza salvadora, capaz de transformar a las personas y las estructuras sociales, pues el Espíritu de Dios dará testimonio de la Verdad desde la Iglesia de Cristo.

V. Conclusiones

  • 1.El Señor se ha hecho cercano y permanece en medio de su Pueblo por medio de la Eucaristía. Él viene con toda la sencillez que le da el haberse convertido para nosotros en Pan de Vida eterna. Él nos ha hablado por medio de la Escritura y parte para nosotros el Pan. Así lo reconocemos como el Dios, lleno de misericordia.
  • 2.El Señor nos envía a anunciar su Evangelio. Él no quiere que alguno perezca, sino que todos se salven. 
  • Por eso la Iglesia no puede darse reposo en el anuncio del Evangelio a tiempo y destiempo.
  • 3.No ocultemos la Luz que el Señor ha encendido en nosotros. Que la Iglesia sea capaz de hacer que el Evangelio resuene hasta el último rincón del mundo. Perseveremos en la fe hasta el final. Si así lo hacemos entonces tenemos la esperanza cierta de llegar a donde nos ha precedido Cristo, Cabeza y Principio de la Iglesia.
  • 4.La invitación de san Pablo al trabajo va también para cada uno de nosotros. Vivir en vigilancia pensando en el futuro no nos autoriza a descuidar el presente. En el aspecto humano, contribuyendo al bienestar de la familia. En el eclesial, colaborando con la comunidad cristiana en la evangelización de este mundo. En el social, contribuyendo con generosidad a una mayor justicia social en todos los niveles.
  • 5.Que la espera del retorno de Cristo, quien se hace ya presente entre nosotros en nuestra celebración de la Eucaristía, nos haga actuar con mayor entusiasmo en el mundo, para que todos los hombres estén más abiertos a su amor.

Con mi bendición de Padre y Pastor.

Mérida, Yucatán, 13 de noviembre de 2016.

Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
 Arzobispo Emérito de Yucatán

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