Por burlarse, vivió impactante experiencia

Eloy Salazar Young no creía en los espíritus ni en las experiencias paranormales, pero a partir de ese día todo cambió.

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Sólo la luz de la luna alumbraba al espantado joven mientras iba a su casa. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy es día de presentar los relatos que nos mandan los lectores y toca turno un mail que me envió Martha Leticia Salazar, quien nos cuenta una experiencia real y verídica que le ocurrió a su padre hace varios años:

“En ese entonces mi papá tenía 18 años de edad, aún no se había casado con mi madre, por lo tanto ni hermano y yo no habíamos nacido; estamos hablando del año 1975, él vivía en Xcalak, comunidad costera del estado de Quintana Roo, junto con mis abuelos, tíos, primos y la mayoría de mis parientes.

“Para ese entonces, mi papá, cuyo nombre es Eloy Salazar Young, trabajaba en un barco junto con varios pescadores. Nos contaba que siempre fue una persona incrédula, pensaba que no existían los espíritus ni nada paranormal.

“Pues bien, un 29 de octubre, dos días antes de los finados, llegaron de trabajar mi papá y sus colegas, pues cada semana salían a navegar a lugares retirados para después regresar al pueblo mencionado a entregar la pesca que habían trabajado.

“Tras descargar la mercancía y terminar sus labores se quedó a platicar con varios de sus compañeros y uno de ellos empezó a contar historias paranormales que le habían ocurrido, pero mi papá sólo se reía y se burlaba; decía que eso no eral real y que a quienes había que temer era a los vivos no a los muertos.

Todo el puerto quedó a oscuras

“Después de cotorrear un rato se despidieron y cada quien se fue a su casa, pero mi papá, como sabía que al día siguiente, es decir el día 30, no había trabajo fue al barco a ver unas cosas pendientes y se topó ahí con tres de sus amigos y se pusieron a platicar. Cuando se dieron cuenta ya eran las ocho de la noche y todo el pueblo estaba oscuro, pues a partir de esa hora se desconectaba la electricidad y todo el pueblo se quedaba sin alumbrado.

“Mi padre se encaminó hacia su casa, pero lo más extraño era que se empezó a sentir muy solo en el camino, pues había un silencio total; al llegar a la casa le abrió la puerta mi abuela, no había nadie más, ya que todos se habían ido a Chetumal.

“Entró y cerró toda la casa con pasadores, prendió un quinqué para que no estuviera en oscuridad total y se acostó a dormir en compañía de su gato.

“A eso de la medianoche no podía dormir y de pronto notó que el gato sólo lo observaba; escuchó murmullos en la cocina, como si 10 o 12 personas estuvieran hablando al mismo tiempo, pues no alcanzaba a entender lo que decían.

Miedo y escalofrío

“Inmediatamente sintió su cabello totalmente erizado, empezó a sentir mucho miedo y escalofrío, y de inmediato tomó su lámpara de mano y alumbró hacia la puerta de la cocina, pero no vio nada; los murmullos cesaron y escuchó como si arrastraran una lona o toldo muy pesado desde adentro de la cocina hacia la puerta.

“En eso, el gato se erizó y puso su cuerpo en forma de media luna y hasta temblaba, como si también tuviera miedo; en eso escuchó un ruido fuerte como si patearan la puerta de la cocina, e incluso se abrió al igual que las ventanas de esa habitación y la sala; mi padre alumbraba y no veía nadie, por lo que decidió salir de la casa en ese momento.

“Era tanto su miedo que decidió alejarse y regresó al muelle, donde sólo estaba uno de sus compañeros, quien lo vio muy espantado, pálido y temblando de fiebre, con temperatura alta y completamente nervioso; apenas pudo, le contó lo que le había ocurrido.

“Su amigo le aconsejó que se quedara a dormir en el barco y cuando finalmente amaneció, la fiebre se le había quitado, por lo que decidió ir a la casa, pues él sabía que se habían quedado abiertas la puerta y las ventanas; al llegar vio que permanecía así, corroborando que no había sido una pesadilla todo lo que le había ocurrido.

El gato nunca más apareció

“El gato no apareció en ningún sitio y jamás lo volvió a ver, decidió retornar con su compañero al muelle para no sentirse solo esa noche, pero éste ya se había ido, como casi todo el pueblo, a la ciudad de Chetumal para pasar el asueto y luto del Día de Muertos, por lo que tuvo que pasar toda la noche de nuevo en su casa, aunque ya no le ocurrió nada, pero no pudo dormir pensando en lo que le había ocurrido y su temor a que se repitiera la macabra experiencia.

“Al regresar los familiares y vecinos cercanos al pueblo les platicó lo ocurrido, y entendió que los espíritus o aires o como le pudieran llamar lo prepararon y le dieron una lección para que creyera y respetara esos días. Para mi padre fue una experiencia inolvidable”, finalizó.

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