Tres historias para no dormir

Vecinos del rumbo de la plaza de toros aseguran que eran las almas en pena de los fallecidos en el mitin.

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En Yucatán las historias de espanto tratan por lo general de apariciones fantasmales y de brujos que se convierten en seres macabros. (Facebook)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Doña Candy Rejón Aguilar, quien vive en la colonia Bojórquez de Mérida, se comunicó con nosotros para platicarnos sus “Historias para no dormir”, ya que desde hace tiempo había querido ver plasmados sus casos aquí, pero por una u otra razón no había podido mandar sus casos:

“Hasta pensé que un maleficio me impedía mandar mis casos, pues la primera vez que lo iba a hacer me caí, me fisuré el brazo y acabé en el hospital; la segunda estaba empezando a escribirlas cuando me avisan que mi hijo chocó su auto, y ahora sí, la tercera fue la vencida”, platicó de inicio.

“Les voy a platicar las tres experiencias más tenebrosas que me han ocurrido, ya que si les platicara todas se llena el periódico completo y no acabo.

El brujo convertido en perro

“Yo soy del municipio de Hoctún, pero desde que cumplí 13 años mis tíos me trajeron a vivir a Mérida para trabajar de ayudante de una prima que hacía el servicio doméstico en una casa. Hoy, a mis 55 años, sólo soy ama de casa y tengo tres hijos. Esto lo comento porque mi primer caso paranormal me ocurrió cuando tenía 11. Allí, en mi pueblo, cuando mi abuela me mandó a buscar leña al monte.

“Ya estaba muy acostumbrada a hacerlo, siempre pasaba por el mismo caminito, pero un día, eran como las 6 de la tarde, aún estaba claro y vi de pronto a lo lejos, como a unos 50 metros, un animal como un perro, pero más grande, como los perros gran danés; obvio que en el pueblo no había de esos. Conforme me fui acercando caminaba más despacio, ya que me daba miedo, y cuando me acerqué a unos 10 metros, el animal me volteó a ver y vi que tenía los ojos completamente blancos, y de inmediato dio un salto descomunal al otro lado del camino para después desaparecer.

“Yo me quedé paralizada del miedo. Me llamó la atención que tenía una especie de medallón en el cuello, no era una correa común como las que les ponen a los perros. De hecho, regresé a mi casa y ya no quise ir sola por la leña, le pedí a mi hermana que me acompañara; ella me tiró a loca, pero fue conmigo, y cuando estábamos de regreso vimos a ese animal de nuevo y ella de plano pegó el grito. Como mi hermana ya tenía 19 años, le creyeron más a ella mis papás, que con el paso de los años nos dijeron que lo que vimos era al brujo del pueblo que se convertía en huay peek (brujo perro).

Veía el fantasma de la abuelita

“La segunda experiencia que tuve fue en Mérida; por años me dediqué a la limpieza de casas y cuando tenía unos 20 o 21 años me quedaba de lunes a viernes en una casa que está por la colonia García Ginerés. Mi función era mantener limpia la vivienda, pero principalmente cuidar a una señora de edad.

“Ella era -como quien dice- la abuelita, ya que ahí vivía su hija junto con el marido y los tres hijos del matrimonio; a los dos años de estar ahí la señora murió de cáncer y cuando esto ocurrió, sus nietos (todos adolescentes) empezaron a decir que la veían rondar como alma en pena, después el yerno y, por último, su propia hija. La verdad yo no lo creí hasta que me tocó verla no una, sino cuatro veces, caminando en uno de los pasillos y también donde era su cuarto, sólo de recordarlo se me eriza la piel, se veía con un sentimiento de tristeza y físicamente un poco más fuerte que cuando murió, es decir, como si fuera una señora sana.

“A los tres meses más o menos dejé de trabajar en esa casa, pues ya no necesitaban mis servicios, pero sí me impactó la imagen de la señora; de hecho, aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer, a pesar de que ya transcurrieron más de 30 años.

Muertos en un mitin político

“La tercera experiencia que quiero contarles ocurrió en 1981, a menos de un año del caso que acabo de contarles; resulta que ocurrió una tragedia en la plaza de toros Mérida, cuando en un evento político se derrumbó parte de este sitio y murieron como 50 personas. En ese entonces, yo ya había encontrado siempre en labores domésticas en una casa que se ubicaba a dos cuadras de la plaza.

“El día de ese accidente yo no trabajé, hasta dos días después, pero desde ese momento los vecinos y yo también, escuchábamos clarito los alaridos y gritos de sufrimiento, como si estuviera pasando de nuevo un accidente similar; muchos lo escuchamos no sólo yo, decían en ese entonces que eran las almas de esos pobres difuntos que estaban penando en los alrededores. No sé si fue eso u otra cosa, pero se me eriza la piel sólo de recordarlo”, finalizó.

Esa tragedia ocurrió durante el cierre de campaña del PRI para la gubernatura, cuando el candidato era Graciliano Alpuche.

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