Almas solitarias u olvidadas piden luz y rezos

Cuando a los fallecidos se sienten olvidados, buscan la forma de comunicarse desde el más allá, según narran Rosa Argáez y Enrique Burgos.

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Nadie imaginaba quién era la persona que estaba detrás de la puerta. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy en “Historias para no dormir” presento el relato que me mandó Rosa Elina Argáez Ortega, de la ciudad de Mérida:

“Cuando era joven, yo vivía en casa de mis abuelitos, en Dzemul, con mis hermanos y mis padres, la casa era de tipo colonial, de esas que tienen las puertas y ventanas altas y bonitas y, al lado, mis abuelitos construyeron una capilla.

“Me cuenta mi padre que una noche escuchó que golpeaban la puerta, se levantó y fue a abrir, y se llevó la sorpresa de que no había nadie, se acostó, cuando volvió a escuchar(se) que golpearan entonces mi abuelita fue y abrió, pero tampoco había nadie.

“Ellos dos se asustaron, pues eran ya las 12 noche, entonces mi padre salió a investigar quién golpeaba y no encontró nada, y mi abuelita se puso a pensar qué era lo que estaba pasando, ya que no había ninguna persona que los quisiera fastidiar en el pueblo.

“Volvieron a golpear, lo raro es que por debajo de la puerta se veía una sombra como si estuviera parada detrás de la puerta, pero de inmediato la abrían y no había nadie, y ni manera de que el ‘bromista’ se escondiera pues no había donde pudiera hacerlo.

“Entonces mi abuelita recordó que el exdueño de la casa y la capilla había muerto en esa fecha, pero hacía más de 80 años, eso sus suegros (padres de mi abuelito) se lo habían contado.

“Mi abuelita entonces fue a la capilla, encendió una veladora, agarró su rosario y se puso a rezar por el alma del señor. A partir de ese momento, los golpes se dejaron de escuchar.”

Cabe mencionar que el exdueño de esa casa era una persona sola, no tenía a nadie, bueno por lo menos no tenía familiares en el pueblo. Cuando murió, solo sus vecinos lo enterraron, él era de mucho dinero en esa época, y gracias a él se construyo la capilla que ahora sigue existiendo y es en donde están sus restos.

Hasta aquí la historia que nos mandó Rosa Elina, a simple vista se pudiera pensar que esa alma en pena sólo quería que alguien la recordara en su aniversario luctuoso, pero quizás también buscaba que alguien lo ayudara a buscar el descanso eterno, poniendo una veladora en la capilla en donde están sus restos; de una forma u otra, a partir de ese momento las manifestaciones cesaron por completo.

Veladoras para una madre

De hecho este relato es muy parecido a otro que nos mandó Enrique Burgos Noh, de 39 años de edad, hace un par de meses, donde menciona que todas las noches en época de finados escuchaba ligeros golpecitos en la habitación de su mamá (que había fallecido un año antes).

Él pensaba que se trataba de un ratón o de un intruso, pero al revisar la habitación no encontraba a nadie (de hecho él vive solo en esa casa y fue ahí donde murió su mamá tras una enfermedad).

De pronto recordó que hacía varios meses que no le prendía unas veladoras a su madre (tal y como había estado haciendo tras el funeral) y a raíz de que lo hizo los “golpecitos” cesaron.

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