El alux y el 'agua turbia' de cenote

Rubén Tzuc comparte con los lectores el encuentro que su abuelo tuvo con dos seres míticos del Mayab... ¡y sobrevivió!

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Manuel describió al alux con el cuerpo de una persona normal, pero de tamaño muy pequeño. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hoy presento una historia que ocurrió en el municipio de Teabo y que nos mandó el joven Rubén Tzuc, quien explica que fue su abuelo quien le platicó cómo ocurrió todo, ya que lo vivió “en carne propia” cuando él era un niño.

Un día estaba mi amigo Manuel sembrando maíz en su milpa cuando los rayos del sol le recordaron que ya era hora de tomar agua. Fue a buscar su morral, el cual había dejado en el tronco de un árbol de chanté, pero cuando sacó su calabazo vio que estaba vacío.

Sin preocuparse mucho se limpió el sudor y encaminó sus pasos hacia el cenote que no distaba mucho de su parcela. Aquel día se sentía contento y pensó que después de todo era mejor que el calabazo estuviera vacío, pues así haría su pozole con agua fresca.

Llegó a la gruta donde está el cenote y, mientras llenaba su calabazo y se refrescaba, Manuel sintió que alguien le miraba desde algún lugar. Volteó de prisa hacia todos lados hasta que vio a alguien parado sobre una piedra.

Hasta escopeta tenía

Era pequeño, gordito, de ojos verdes y mejillas sonrosadas; de sus hombros colgaba una escopeta y un morral, y tenía un sombrero en la cabeza. Parecía un campesino, nada más que chiquito, que se iba al trabajo. 

Como Manuel todavía no conocía a los aluxes, después del primer susto que se llevó con la sorpresa, siguió llenando su calabazo. 

-¿Quién eres tú? No te había visto, si te hubiera echado agua no habría sido mi culpa. 

Entonces se dio cuenta que el hombrecito había desaparecido y sintió miedo.

Salió de la gruta y se fue corriendo hasta el pueblo, en donde lo primero que hizo fue contarle al viejo Jacinto lo que pasó. Él lo escuchó atento, y después le dijo: 

“Lo que viste fue un alux. Así como lo ves de pequeñito no le llevas ventaja en fuerza, es muy travieso y a veces, cuando está molesto, puede ser malo. Vamos Manuel, muéstrame dónde estaba”.

Regreso al cenote

La verdad es que Manuel de buena gana hubiera dicho que no, pues todavía tenía el susto. Pero como le daba vergüenza que Jacinto pensara que tenía miedo, lo llevó hasta la gruta del cenote.

Al llegar buscaron por todas partes, pero no encontraron a nadie, sólo vieron las pisadas pequeñas y redonditas de los pies del alux.

Será mejor que nos vayamos —dijo Jacinto—, no sea que esté durmiendo el alux y lo estemos molestando.

Pero antes de irse, también sintieron sed y decidieron ir a buscar agua al cenote, pero cuando se estaban acercando con sus calabazos, de pronto salió una enorme “ola” que los bañó completitos, junto con una ráfaga de viento que según describieron era como si un huracán en ese momento hubiera llegado.

De inmediato regresaron a su casa y en el camino Jacinto comentó que eso pasó porque el dueño del cenote estaba molesto y que habían tenido suerte de haber salido con vida.

Manuel preguntó quién era el dueño del cenote para ir a ofrecerle disculpas, a lo que Jacinto le dijo que el dueño no era una persona de carne y hueso sino un espíritu llamado “mal aire” y es el que castiga a los que llegan a profanar los cenotes, los cuales se consideran sagrados.

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